OR este tiempo Abimelec, hijo de Jerobaal, se fue a Siquem a los hermanos de su madre, y trató con ellos y con toda la parentela de la casa del padre de su madre, diciendo:
Proponed a todos los ciudadanos de Siquem: ¿Qué es lo que os parece mejor: que os dominen setenta hombres hijos todos de Jerobaal, o que uno solo sea el Señor? Y considerad al mismo tiempo que yo soy carne y sangre vuestra.
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Propusieron, pues, los hermanos de su madre todas estas razones a todos los ciudadanos de Siquem, e inclinaron su corazón a favor de Abimelec, diciendo: El es nuestro hermano.
Y le dieron setenta siclos de plata del templo de Baalberit. Con los cuales tomó a su sueldo gente necesitada y vagamunda, que lo siguió.
Y pasando a la casa de su padre, en Efra, degolló a todos sus setenta hermanos, hijos de Jerobaal, sobre una misma piedra: escapando solamente Joatam, el hijo más pequeño de Jerobaal, que se quedó escondido.
Y se congregaron todos los vecinos de Siquem, y los de la ciudad de Mello; y fueron y alzaron por rey a Abimelec, junto a la encina que estaba en Siquem.
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Lo cual entendido por Joatam, subió al monte de Garizim, y puesto sobre la cumbre, clamó a voz en grito, y dijo: Ciudadanos de Siquem, oídme; así os oiga Dios;
se juntaron los árboles para ungir un rey sobre ellos, y dijeron al olivo: Reina sobre nosotros.
El cual respondió: ¿Cómo puedo yo desamparar mi pingüe licor de que se sirven los dioses y los hombres, por ir a ser superior entre los árboles?
Dijeron, pues, los árboles a la higuera: Ven y reina sobre nosotros.
La cual les respondió: ¿Debo yo abandonar la dulzura y suavidad de mi fruto, por ir a ser superior entre los otros árboles?
Se dirigieron después los árboles a la vid, diciendo: ven y reina sobre nosotros.
La cual les respondió: Pues qué, ¿puedo yo abandonar mi vino, que alegra a Dios en los sacrificios, y a los hombres en los convites, a trueque de ser reina de los árboles?
Finalmente los árboles todos dijeron a la zarza: Ven y reina sobre nosotros.
La cual respondió: Si es que con verdad y buena fe me constituís por reina vuestra, venid y reposad a mi sombra: y si no, salga fuego de la zarza y ábrase los cedros del Líbano.
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Ahora, pues, considerad si habéis hecho una acción justa e inocente, en constituir por rey vuestro a Abimelec; si os habéis portado bien con Jerobaal y su casa, correspondiendo a los beneficios de aquel que combatió por vosotros,
y expuso su vida a los peligros por libertaros del poder de los madianitas,
vosotros que ahora os habéis alzado contra la casa de mi padre, y degollado a sus hijos, setenta personas sobre una misma piedra, y constituido por rey sobre los habitantes de Siquem a Abimelec, hijo de una esclava suya, porque es vuestro hermano;
si os habéis, pues, portado con justicia y sin pecado con Jerobaal y su casa, regocijaos hoy con Abimelec, y regocíjese Abimelec con vosotros.
Mas si habéis obrado perversamente, salga fuego de Abimelec, y devore a los vecinos de Siquem y la ciudad de Mello; salga igualmente fuego de los vecinos de Siquem y de la ciudad de Mello; que devore a Abimelec.
Dicho esto, huyó, y se fue a Bera, donde habitó por temor de su hermano Abimelec.
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Reinó, pues, Abimelec sobre Israel tres años.
Pero envió el Señor un espíritu pésimo entre Abimelec y los habitantes de Siquem: los cuales comenzaron a detestarle,
echando la culpa de la muerte atroz de los setenta hijos de Jerobaal y de la efusión de su sangre a dicho Abimelec su hermano y demás principales de Siquem que le habían ayudado.
Y así armaron asechanzas contra él en lo alto de los montes, y mientras aguardaban que viniera, o pasara, cometían atracos, saqueando a los pasajeros, de lo cual fue avisado Abimelec.
Entretanto llegó Gaal, hijo de Obed, con sus hermanos y entró en Siquem; con cuya venida cobrando ánimo los vecinos de Siquem,
salieron por los campos, talaron las viñas de Abimelec y de los suyos, y pisaron las uvas; y formando danzas de cantores entraron en el templo de su dios; y mientras comían y bebían maldecían a Abimelec;
gritando Gaal, hijo de Obed: ¿Quién es Abimelec y qué ciudad es Siquem para que nos sujetemos a él? ¿Por ventura no es éste el hijo de Jerobaal? ¿El que ha destinado a un Zebul, criado suyo para mandar a los descendientes de Emor, padre de Siquem? Pues, ¿Por qué nosotros hemos de estarle sujetos?
¡Ojalá me diese alguno el mando de este pueblo, para quitar de en medio a Abimelec! Entretanto se avisó a Abimelec, para que juntase un ejército numeroso y viniese.
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Porque Zebul, gobernador de la ciudad, oídas las palabras de Gaal, hijo de Obed, montó en gran cólera,
y envió secretamente mensajeros a Abimelec diciendo: Mira que Gaal, hijo de Obed, ha venido a Siquem, con todos los de su parentela, y anda levantando la ciudad contra ti.
Sal, pues, de noche con la tropa que tienes contigo, y estate escondido en los campos;
y muy de mañana, cuando esté para salir el sol, déjate caer sobre la ciudad; y cuando Gaal salga contra ti con su gente, haz contra él lo que pudieres.
Abimelec, pues, marchó de noche con todo su ejército, y puso emboscadas en cuatro partes junto a Siquem.
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Saliendo Gaal, hijo de Obed, se puso a la entrada de la puerta de la ciudad. Entonces salió Abimelec de la emboscada con todo su ejército.
En viendo Gaal aquella gente, dijo a Zebul: ¿No ves qué gentío desciende de los montes? Zebul le respondió: Las sombras de los montes se te presentan como cabezas de hombres, y en esto está tu engaño.
Replicó Gaal: Mira cómo se descuelga la gente del cerro intermedio: y un escuadrón tira por el camino que va hacia la encina.
Le dijo Zebul: ¿Dónde está ahora aquel tu orgullo con que decías: ¿Quién es Abimelec para que hayamos de estarle sujetos? ¿No es ésa la gente que despreciabas? Sal y pelea contra él.
Salió, pues, Gaal delante de todo el pueblo de Siquem y vino a las manos con Abimelec,
el cual lo hizo huir; y persiguiéndolo lo obligó a meterse en la ciudad, y perecieron muchísimos de los suyos hasta la puerta de Siquem.
Abimelec se detuvo en Ruma; pero Zebul, juntando los de su partido, echó de la ciudad a Gaal y a sus compañeros, no permitiendo que permanecieran dentro.
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Sin embargo, al día siguiente el pueblo de Siquem del partido de Gaal salió a campaña; de lo cual avisado Abimelec,
movió su ejército, y lo dividió en tres escuadrones, armando emboscadas en el campo. Y viendo que el pueblo salía de la ciudad, se levantó y se echó sobre ellos
con su escuadrón, cercando y batiendo la ciudad. Entretanto los otros dos escuadrones iban persiguiendo a los contrarios desparramados por el campo.
Estuvo, pues, Abimelec batiendo todo aquel día la ciudad, hasta que la tomó; y pasando a cuchillo a todos sus habitantes, la arrasó y aun la sembró de sal.
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Como hubiesen oído esto los que moraban en la torre de Siquem, se retiraron al templo de su dios Berit, en donde habían hecho alianza con Abimelec, y de lo cual le venía al lugar aquel nombre de Berit: lugar que estaba muy fortificado.
Abimelec por su parte oyendo que los refugiados en la torre de Siquem estaban allí todos hacinados,
subió al monte de Selmón con toda su gente, y tomando una segur cortó la rama de un árbol, y echándosela al hombro, dijo a sus compañeros: Haced presto lo que me veis hacer.
Ellos luego cortando a porfía ramas de árboles seguían a su caudillo; y cercando con ellas las fortalezas, le pusieron fuego; por manera que con el humo y las llamas perecieron mil personas entre hombres y mujeres de los que se habían acogido en la torre de Siquem.
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Partido de aquí Abimelec, fue a la ciudad de Tebes; la que bloqueó y sitió con su ejército.
Había en medio de la ciudad una torre muy alta, donde se había refugiado toda la gente así hombres como mujeres, y todos los principales de la ciudad: y habiendo cerrado y asegurado bien la puerta, se colocaron sobre el techo de la torre para defenderse.
Y llegando Abimelec al pie de la torre, la combatía valerosamente, y acercándose a la puerta procuraba incendiarla;
cuando he aquí que una mujer, arrojando desde arriba un pedazo de una piedra de molino dio con ella en la cabeza de Abimelec, y le rompió el cerebro.
Entonces Abimelec, llamando a toda prisa a su escudero, le dijo: Saca tu espada, y mátame; porque no se diga que fui muerto por una mujer. El escudero, ejecutando el mandato, lo acabó de matar.
Y muerto que fue, todos los israelitas que le seguían se volvieron a sus casas.
Así dio Dios a Abimelec el pago del mal que había hecho contra su padre, matando a sus setenta hermanos.
Y así también pagaron los siquemitas la pena de cuanto habían hecho, y les alcanzó la maldición de Joatam, hijo de Jerobaal.
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