YE, pues, oh Job, mis palabras, y está atento a todas mis palabras.
He aquí que abro mi boca; formará la lengua palabras en mi garganta.
Mis discursos saldrán de un corazón sencillo, y mis labios proferirán sentimientos de verdad.
El espíritu de Dios me creó, y el soplo del Omnipotente me dio la vida.
Respóndeme, pues, si puedes; y opón tus razones a las mías.
Bien sabes que Dios me creó a mí así como a ti, y que fui yo formado del mismo barro que tú;
y así que no verás en mí cosa maravillosa que te espante; ni te será molesta mi elocuen-cia.
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Ahora bien, tú has dicho oyéndolo yo, y yo mismo percibí estas palabras tuyas:
Yo soy limpio, y sin culpa; inocente, y no hay en mí iniquidad.
Pero porque ha hallado pretexto contra mí, por eso me ha mirado como a enemigo suyo.
Ha puesto mis pies en un cepo, y estuvo observando todos mis pasos.
En esto, oh Job, no te has mostrado justo; yo te responderé que Dios es mayor que el hombre.
¿Y quieres tú entrar en contienda con él, porque no ha respondido a todas tus palabras?
Dios habla una vez, y no vuelve a repetir una misma cosa.
Entre sueños, con visiones nocturnas, cuando los hombres rendidos del sueño están descansando en sus camas,
entonces les abre Dios los oídos, y los instruye y corrige,
para retraer a cada uno del mal que hace, y librarle de la soberbia,
salvando su alma de la corrupción y su vida del filo de la espada.
Asimismo le corrige con dolores en el lecho, y hace que se le sequen todos sus huesos.
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En tal estado le causa horror el mismo pan o alimento, y el manjar antes sabroso a su apetito.
Se va consumiendo su carne; y los huesos, antes bien cubiertos, aparecen desnudos.
Está él para expirar, y desahuciada su vida.
Si entonces algún ángel escogido entre millares instruye a este hombre, y le hace conocer sus obligaciones,
Dios se apiadará de él y dirá: Líbralo, para que no descienda a la corrupción del sepulcro; he hallado motivo para perdonarle.
Su carne ha sido consumida con las penas; que vuelva como estaba en los días de su mocedad.
Implorará el hombre la misericordia de Dios; el cual se aplacará, y le mirará con su rostro alegre, y le restituirá su justicia.
El, vuelto a los demás hombres, dirá: Pequé, y verdaderamente fui prevaricador, y no fui castigado según merecía.
Con eso salvó su alma de caer en la muerte, y vivirá, y gozará de la luz.
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Así es que Dios obra todas estas cosas tres y más veces con cada uno,
para retirar sus almas de la corrupción del pecado, y alumbrarlas con la luz de los vivientes.
Atiende, oh Job, y escúchame, y calla mientras yo hablo;
que si tienes algo que replicar, propónmelo, dilo libremente; pues yo deseo que aparezcas justo.
Mas si nada tienes que responder, escúchame, guarda silencio, y aprenderás de mí la sabiduría.
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