E habló de nuevo el Señor, diciendo:
Ahora pues, ¡oh hijo de hombre!, entona una lamentación sobre Tiro:
Dirás, pues, a Tiro situada en una entrada o puerto de mar para fondeadero de los pueblos de muchas regiones: Esto dice el Señor Dios: ¡Oh Tiro!, tú dijiste: Yo soy de una belleza extremada,
y situada estoy en medio del mar. Tus vecinos que te edificaron te embellecieron con toda suerte de ornato;
te construyeron de abetos del Saniz, con todas las crujías a uso del mar; para hacer tu mástil trajeron un cedro del Líbano.
Labraron encinas de Basán para formar tus remos; y de marfil de India hicieron tus bancos y tus magníficas cámaras de popa de materiales traídos de las costas de Chipre.
Para hacer la vela que pende del mástil, se tejió para ti el rico lino de Egipto con varios colores; el jacinto y la púrpura de las islas de Elisa formaron tu pabellón.
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Los habitantes de Sidón y los de Arad fueron tus remeros; tus sabios, oh Tiro, te sirvieron de pilotos.
Los ancianos de Gebal y los más peritos de ella te suministraron gentes para la maestranza, que trabajasen en el servicio de tu marina; las naves todas del mar y sus marineros estaban en tu pueblo sirviendo a tu tráfico.
Tú tenías en tu ejército guerreros de Persia, y de Lidia, y de Libia; y en ti colgaron sus escudos y morriones, los cuales te servían de gala.
Entre tus huestes se veían coronando tus muros los hijos de Arad; y además los pigmeos o valientes que estaban sobre tus torres colgaban alrededor de tus murallas sus aljabas; ellos ponían el colmo a tu hermosura.
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Los cartagineses que comerciaban contigo, henchían tus mercados con gran cantidad de toda suerte de riquezas, de plata, de hierro, de estaño y de plomo.
La Grecia, Tubal y Mosoc también negociaban contigo, trayendo a tu pueblo esclavos y artefactos de cobre.
De tierra de Togorma traían a tu mercado caballos y jinetes o picadores y mulos.
Los hijos de Dedán comerciaban contigo; tú dabas tus géneros a muchas islas o naciones; y recibías a cambio colmillos de elefante o el marfil y el ébano.
El siro traficaba contigo, y para proveerse de tus muchas manufacturas presentaba en tus mercados perlas, y púrpura, y telas bordadas, y lino fino, y sedería, y toda especie de géneros preciosos.
Judá y la tierra de Israel negociaban contigo, llevando a tus mercados el más rico trigo, el bálsamo, la miel, el aceite y la resina.
El mercader de Damasco contrataba contigo, y en cambio de tus muchas mercaderías te daba muchas y varias cosas ricas, excelentes vinos y lanas de extraordinaria blancura.
Dan, y la Grecia, y Mosel, llevaban a tu mercado, para comerciar contigo, hierro labrado, mirra destilada y caña aromática.
Los de Dedán te vendían las alfombras para tus estrados.
La Arabia y todos los príncipes de Cedar compraban tus mercaderías, dándote a cambio los corderos, y carneros y cabritos que te traían.
Los mercaderes de Sabá y de Reema traían a vender en tus plazas toda especie de aromas los más exquisitos, y piedras preciosas, y oro.
Harán, y Quene, y Edén contrataban contigo; Saba, Assur y Quelmad te vendían géneros.
Hacían ellos el comercio contigo de varias cosas, llevándote fardos de ropas de color de jacinto o carmesí, y de varias estofas y bordados, y diferentes preciosidades, te vendían también maderas de cedro.
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Tus naves ocupan el primer lugar en el comercio marítimo; y fuiste populosa y opulentísima en medio del mar.
Tus remeros te condujeron por muchos mares; pero el viento del mediodía acabó contigo en medio de las aguas.
Tus riquezas y tesoros, y tu gran cargamento; tus marineros y tus pilotos que estaban encargados de todas tus preciosidades, y que dirigían tu gente; asimismo todos los guerreros que tenías contigo, y todo el gentío que estaba dentro de ti, todo ha sido precipitado al abismo del mar en el día de tu ruina.
Al estruendo de la gritería de tus pilotos quedarán llenas de terror las demás naves;
y todos los remeros saldrán de sus naves; y saltarán a tierra los marineros y todos los pilotos;
y prorrumpirán en grandes alaridos sobre ti, y en gritos de dolor, y esparcirán polvo sobre sus cabezas y se cubrirán de ceniza,
y se raparán por tu causa sus cabezas, y se vestirán de cilicio, y te llorarán en la angustia de su corazón con lágrimas amarguísimas.
Y entonarán sobre ti lúgubres cantares, y te plañirán, diciendo: ¿Qué ciudad ha habido como Tiro, que haya sido como ella destruida en medio del mar?
Tú con tu comercio marítimo enriqueciste a muchas naciones; con la abundancia de las riquezas tuyas y de tu gente hiciste ricos a los reyes de la tierra:
ahora has sido destrozada en medio del mar, tus riquezas han caído al fondo de las aguas, y ha perecido todo el gentío que había en ti.
Se pasmaron con tu ruina todos los habitantes de las islas o regiones, y se demudaron los semblantes de sus reyes, atónitos de tal tempestad.
Los comerciantes de los pueblos silbaron, haciendo mofa de ti, a la nada has sido reducida tú, y nunca jamás volverás a existir.
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