IJO después el Señor: Labra dos tablas de piedra, semejantes a las primeras, y escribiré en ellas las palabras que contenían las tablas que hiciste pedazos.
Prepárate para mañana a subir luego al monte Sinaí , y estarás conmigo sobre la cima del monte.
Ninguno suba contigo, ni aparezca nadie en todo el monte: ni aun los bueyes y ovejas pazcan enfrente de él.
Cortó, pues, dos tablas de piedra, como las anteriores; y madrugando, subió con ellas antes del día al monte Sinaí , como le había ordenado el Señor.
Y descendido que hubo el Señor en medio de una nube, se estuvo Moisés con él, pronunciando en alta voz el nombre del Señor.
El cual, pasando por delante de él, dijo: Soberano Dominador, Señor Dios, misericordioso y clemente, sufrido y piadosísimo, y verídico,
que conservas la misericordia para millares, que borras la iniquidad y los delitos, y los pecados; en cuya presencia ninguno de suyo es inocente, y que castigas la maldad de los padres en los hijos y nietos hasta la tercera y cuarta generación.
Al instante Moisés se postró de cara sobre el suelo, y adorando a Dios,
dijo: Señor, si he hallado gracia en tus ojos, te suplico que vengas con nosotros (siendo como es este pueblo de dura cerviz), y perdones nuestras maldades y pecados, y tomes posesión de nosotros.
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Respondió el Señor: Yo estableceré alianza con este pueblo en presencia de todos; haré prodigios nunca vistos sobre la tierra, ni en nación alguna; para que vea ese pueblo que tú conduces la obra terrible que yo, el Señor, he de hacer.
Tú observa todas las cosas que yo te encomiendo en este día; y yo mismo arrojaré de delante de ti al amorreo, y al cananeo, y al heteo, al ferezeo también, y al heveo y al jebuseo.
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Guárdate de contraer jamás amistad con los habitantes de aquella tierra, lo que ocasionaría tu ruina.
Antes bien, destruye sus altares, rompe sus estatuas, y arrasa los bosquetes consagrados a sus ídolos.
No quieras adorar a ningún dios extranjero. El Señor tiene por nombre Celoso. Dios quiere ser amado él solo.
No hagas liga con los habitantes de aquellos países; no sea que después de haberse corrompido con sus dioses, y adorado sus estatuas o simulacros, alguno te convide a comer de las cosas sacrificadas.
Ni desposarás a tus hijos con las hijas de ellos; no suceda que después de haber idolatrado ellas, induzcan también a tus hijos a corromperse con la idolatría.
No te formes dioses de fundición.
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Guardarás la fiesta de los ázimos. Por siete días comerás pan ázimo, como te tengo mandado, en el tiempo del mes de los nuevos frutos; porque en el mes de la primavera fue cuando saliste de Egipto.
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Todos los primeros nacidos, que fueren del sexo masculino, serán míos; de todos los animales, tanto de vacas como de ovejas, el primerizo será mío.
El primerizo del asno le rescatarás con una oveja; en caso de que no dieres el rescate, será muerto. Los primogénitos de tus hijos los redimirás; no comparecerás en mi presencia con las manos vacías.
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Seis días trabajarás: el día séptimo no ararás, ni segarás.
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Celebrarás la fiesta de Pentecostés con las primicias de tus mieses de trigo; y otra fiesta, cuando al fin del año se recogen todos los frutos.
En tres tiempos del año se presentarán todos tus varones delante del Omnipotente Señor Dios de Israel.
Porque cuando yo hubiere arrojado de tu presencia aquellas naciones, y ensanchado tus términos, nadie pensará en invadir tu país, en el tiempo que tú subirás a presentarte al Señor Dios tuyo tres veces al año.
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No ofrecerás con levadura la sangre de mi víctima; ni de la víctima solemne de la Pascua quedará nada para la mañana siguiente.
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Ofrecerás las primicias de los frutos de tu tierra en la casa del Señor tu Dios. No cocerás el cabrito en la leche de su madre.
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Añadió el Señor a Moisés: Pon por escrito estas cosas, mediante las cuales he contraído alianza contigo, y con los hijos de Israel.
Se mantuvo, pues, allí con el Señor por espacio de cuarenta días y cuarenta noches: todo ese tiempo estuvo sin comer ni beber cosa alguna: y escribió el Señor en las tablas de los diez mandamientos de la alianza.
Y al bajar Moisés del monte Sinaí , traía consigo las dos tablas de la ley, mas no sabía que a causa de la conversación con el Señor, despedía su rostro rayos de luz.
Aarón, pues, y los hijos de Israel, viendo resplandeciente la cara de Moisés, temieron acercársele.
Pero llamados por éste, volvieron así Aarón, como los prínciples de la sinagoga.
Y después que les habló, se llegaron también a él todos los hijos de Israel, a los cuales expuso todas las órdenes que había recibido del Señor en el monte Sinaí .
Y acabado el razonamiento, puso un velo sobre su rostro.
El cual se lo quitaba cuando entraba a tratar con el Señor, hasta que, saliendo, comunicaba a los hijos de Israel todo lo que se le había ordenado.
Cuando salía Moisés del Tabernáculo, los israelitas veían su cara despidiendo rayos de luz; mas él la cubría de nuevo, siempre que les hablaba.
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