OISÉS, pues, habiendo convocado a todo Israel, le dijo: Oye, ¡oh Israel!, las ceremonias y leyes que yo propongo a vuestros oídos en el día de hoy; aprendedlas y ponedlas en ejecución.
Dios nuestro Señor hizo alianza con nosotros en Horeb:
alianza que no la hizo solamente con nuestros padres, sino con nosotros también que al presente somos y vivimos.
Cara a cara nos habló en el monte, desde en medio del fuego.
Yo fui en aquel tiempo intérprete y medianero entre el Señor y vosotros para anunciaros sus palabras; porque temisteis aquel gran fuego y no subisteis al monte. Y dijo:
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Yo soy el Señor Dios tuyo que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud.
No tendrás otros dioses fuera de mí.
No te esculpirás estatua ni figura ninguna de las cosas que hay arriba en el cielo, o acá abajo en la tierra, o se mantienen en las aguas más abajo de la tierra.
No las adorarás, ni les darás culto: porque yo soy el Señor Dios tuyo, Dios celoso que castigo en los hijos la maldad de los padres hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen,
y que uso de misericordia por millares de generaciones con los que me aman y guardan mis mandamientos.
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No tomarás en vano el nombre del Señor Dios tuyo; porque no quedará sin castigo el que por una cosa vana, tomare su nombre en falso.
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Cuida de santificar el día de sábado, como te tiene mandado tu Señor Dios.
Seis días trabajarás y harás todos tus quehaceres;
el día séptimo es día de sábado, esto es, del descanso del Señor Dios tuyo; no harás en él ningún género de trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni la hija, ni el esclavo, ni la esclava, ni el buey, ni el asno, ni alguno de tus jumentos, ni el extranjero que se alberga dentro de tus puertas: para que, como tú, descansen también tu siervo y tu sierva.
Acuérdate que tú también fuiste siervo en Egipto, y que de allí te sacó el Señor Dios tuyo con mano poderosa y brazo levantado. Por eso te ha mandado que guardases el día de sábado.
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Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor Dios tuyo te tiene mandado, para que vivas largo tiempo y seas feliz en la tierra que te ha de dar el Señor Dios tuyo.
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No hurtarás.
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No dirás contra tu prójimo falso testimonio.
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No desearás la mujer de tu prójimo. No codiciarás la casa, ni la heredad, ni el esclavo, ni la esclava, ni el buey, ni el asno, ni cosa alguna de las que son suyas.
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Estas palabras y no más son las que habló en alta voz el Señor a toda vuestra multitud en el monte, desde en medio del fuego y de la tenebrosa nube; y las escribió en las dos tablas de piedra, las cuales me entregó.
Mas vosotros, después que oísteis aquella voz de en medio de las tinieblas y visteis arder el monte, acudisteis a mí todos los jefes de las tribus y los ancianos, y dijisteis:
Ya ves que Dios nuestro Señor nos ha mostrado su majestad y grandeza. Oído hemos su voz de en medio del fuego, y hemos experimentado hoy que Dios ha hablado al hombre, sin que el hombre haya perdido la vida.
Ahora pues: ¿por qué nos hemos de exponer a morir, y a que nos devore este terrible fuego? Puesto que si proseguimos más oyendo la voz de Dios nuestro Señor, nos costará la vida.
¿Qué es el hombre, sea el que fuere, para poder escuchar la voz de Dios viviente hablando de en medio del fuego, como la hemos oído nosotros, y poder conservar la vida?
Mejor es que tú te acerques, y oigas todas las cosas que te dijere el Señor Dios nuestro. Tú nos las dirás después a nosotros; y nosotros habiéndolas oído, las cumpliremos.
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Lo cual cuando oyó el Señor me dijo: He oído las palabras que ha dicho ese pueblo; en todo han hablado bien:
Ojalá que siempre tengan tal espíritu y corazón, que me teman y guarden todos mis mandamientos en todo tiempo, para que sean felices ellos y sus hijos eternamente.
Anda y diles: Retiraos a vuestras tiendas.
Tú, entretanto, quédate aquí conmigo, y yo te declararé todos mis mandamientos, y las ceremonias y leyes que les has de enseñar, para que las pongan por obra en la tierra cuya posesión les daré.
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Guardad, pues, y cumplid las cosas que os tiene ordenadas el Señor Dios: no torceréis a la diestra, ni a la siniestra,
sino que andaréis por el camino que Dios vuestro Señor os ha mandado, para que viváis y seáis dichosos, y se prolonguen vuestros días en la tierra que vais a poseer.
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