NTONCES Azarías, hijo de Oded, movido del espíritu de Dios,
fue a encontrar a Asá, y le dijo: Escuchadme tú, oh Asá, y pueblos todos de Judá y de Benjamín: El Señor ha estado con vosotros en la batalla, porque vosotros habéis permanecido adictos a él. Si vosotros lo buscareis, lo hallaréis; mas si lo abandonareis, os abandonará.
Mucho tiempo pasará Israel sin el verdadero Dios, sin sacerdote, sin doctor y sin ley.
Y cuando en medio de su angustia se conviertan al Señor Dios de Israel y lo buscaren, lo hallarán.
Durante aquel tiempo no habrá seguridad para ir y venir, sino que por todos lados asaltarán terrores a todos los habitantes de la tierra;
porque una nación se levantará contra otra, y una ciudad contra otra ciudad, pues el Señor los conturbará con toda suerte de aflicciones.
Vosotros entretanto armaos de valor, y no desmayen vuestros brazos; puesto que habéis de recibir la recompensa de vuestras fatigas.
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Oyendo Asá las palabras y profecía de Azarías, hijo de Oded profeta, cobró aliento, y quitó los ídolos de todo el país de Judá y de Benjamín, y de las ciudades que habían conquistado en la montaña de Efraín; y dedicó o restableció el altar del Señor, que estaba colocado ante el pórtico del templo del Señor.
Y convocó a todo Judá y Benjamín, y con ellos a los forasteros de Efraín, y de Manasés, y de Simeón, pues se iban acogiendo a él muchos de Israel, viendo cuánto le favorecía el Señor su Dios.
Y venidos a Jerusalén el mes tercero del año decimoquinto del reinado de Asá,
inmolaron al Señor en aquel día setecientos bueyes y siete mil carneros, de los despojos y botín que habían traído.
Entró después, según costumbre, a ratificar el pacto o promesa de que seguirían al Señor Dios de sus padres con todo el corazón y con toda su alma.
Que si alguno, dijo, no siguiere al Señor Dios de Israel, muera sin excepción, sea pequeño o grande, varón o mujer.
Y juraron al Señor en alta voz y con júbilo, y al son de trompetas y clarines,
todos los que estaban en Judá, echándose insultos; pues hicieron este juramento de todo su corazón, y buscaron al Señor con plena voluntad, y así es que lo hallaron; y les dio el Señor paz con todos sus vecinos.
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Depuso también el rey a su madre Maaca de la augusta autoridad que gozaba, porque había colocado en un bosque el ídolo de Príapo; el cual rompió Asá, haciéndole mil pedazos, y lo quemó en el torrente de Cedrón.
No obstante, quedaron lugares altos en Israel si bien el corazón de Asá fue perfecto todo el tiempo de su vida.
Entregó también al templo del Señor las cosas que su padre y él tenían ofrecidas con voto, el oro y la plata, y diferentes especies de vasos o utensilios.
Finalmente, no hubo guerra hasta el año treinta y cinco del reinado de Asá.
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