L cabo de algunos días volvió a entrar en Cafarnaúm.
Y corriendo la voz de que estaba en la casa, acudieron muchos, en tanto número, que no cabían delante de la puerta; y él les anunciaba la palabra.
Entonces llegaron unos conduciendo a cierto paralítico que llevaban entre cuatro;
y no pudiendo presentárselo por el gentío que estaba alrededor, descubrieron el techo por la parte bajo la cual estaba Jesús , y por su abertura descolgaron la camilla en que yacía el paralítico.
Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
Estaban allí sentados algunos escribas, y decían en su interior:
¿Qué es lo que éste habla? Este hombre blasfema: ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios?
Mas como Jesús penetrase al momento con su espíritu esto mismo que interiormente pensaban, les dijo: ¿Qué andáis revolviendo esos pensamientos en vuestros corazones?
¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate, toma tu camilla y camina?
Pues para que sepáis que el que se llama Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados: Levántate (dijo al paralítico):
Yo te lo digo; coge tu camilla y vete a tu casa.
Y al instante se puso en pie, y cargando con su camilla, se marchó a vista de todo el mundo; de forma que todos estaban pasmados, y dando gloria a Dios decían: Jamás habíamos visto cosa semejante.
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Otra vez salió hacia el mar, y todas las gentes se iban tras él, y las adoctrinaba.
Al paso vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado en el banco o mesa de los tributos, y le dijo: Sígueme; y levantándose al instante, lo siguió.
Aconteció después estando a la mesa en casa de éste, que muchos publicanos y gentes de mala vida se pusieron a ella con Jesús y sus discípulos; porque aun entre ellos eran muchos los que lo seguían.
Mas los escribas y fariseos, al ver que comía con publicanos y pecadores, decían a sus discípulos: ¿Cómo es que vuestro maestro come y bebe con publicanos y pecadores?
Habiéndolo oído Jesús , les dijo: Los que están buenos no necesitan médico, sino los que están enfermos; así, yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.
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Siendo también los discípulos de Juan y los fariseos muy dados al ayuno, vinieron a preguntarle: ¿No nos dirás por qué ayunando los discípulos de Juan y los de los fariseos, no ayunan tus discípulos?
Les respondió Jesús : ¿Cómo es posible que los compañeros del esposo en las bodas ayunen, el esposo está en su compañía? Mientras tienen consigo al esposo no pueden ellos ayunar.
Tiempo vendrá en que les quitarán al esposo; y entonces será cuando ayunarán.
Nadie cose un retazo de paño nuevo en un vestido viejo; de otra suerte, el remiendo nuevo rasga lo viejo, y se hace mayor el daño.
Tampoco echa nadie vino nuevo en cueros viejos, porque romperá el vino los cueros, y se derramará el vino, y los cueros se perderán. Por tanto, el vino nuevo en cueros nuevos debe meterse.
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En otra ocasión, caminando el Señor junto a unos sembrados un día de sábado, sus discípulos se adelantaron y empezaron a coger espigas, y a comer el grano.
Sobre lo cual le decían los fariseos: ¿Cómo es que hacen lo que no es lícito en sábado?
Y él respondió: ¿No habéis vosotros jamás leído lo que hizo David en la necesidad en que se vio, cuando se halló acosado del hambre, así él como los que le acompañaban?
¿Cómo entró en la casa de Dios en tiempo de Abiatar, príncipe de los sacerdotes, y comió los panes de la proposición, de que no era lícito comer sino a los sacerdotes, y dio de ellos a los que le acompañaban?
Y les añadió: El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado.
En fin, el Hijo del hombre aun del sábado es dueño.
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