EPLICANDO Job a esto, dijo:
¿Hasta cuándo habéis de afligir mi alma, y molerme con esos discursos?
Ya por la décima o milésima vez os empeñáis en confundirme, y no os avergonzáis de oprimirme.
Demos enhorabuena que yo haya errado en mis respuestas; el yerro mío contra mí será.
Pero vosotros os erguís contra mí, y me echáis en cara las humillaciones que padezco.
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Al menos entended de una vez, que Dios no me atribula, ni descarga sobre mí sus azotes, según la tela de juicio.
Mas ¡ay! Si en la violencia de los dolores que padezco, clamo altamente, nadie me escucha; voceo y no hay quien me haga justicia.
El Señor ha cerrado por todas partes la senda de dolor por la cual ando; y no hallo por dónde salir, pues ha cubierto de tinieblas el camino que llevo.
Me despojó de mi gloria, y me quitó la corona de la cabeza.
Me arruinó del todo, y así perezco, y como a un árbol arrancado de raíz, me ha privado de toda mi esperanza.
Su furor está encendido contra mí, y me trata como a enemigo.
Vinieron de tropel sus tropas de gastadores, y se abrieron un camino para pasar por encima de mí y hollarme, y sitiaron con cerco mi morada.
A mis hermanos los alejó de mí; y los conocidos míos se retiraron de mí como si fuesen extraños.
Los parientes me han abandonado, y los que me conocían se han olvidado de mí.
Los que moraban en mi casa, y mis propias criadas me han tratado como a extraño, y he parecido a sus ojos como un hombre nunca visto.
He llamado a mi siervo, y no me ha respondido por más plegarias que le hacía con mi propia boca.
Mi mujer ha tenido asco de mi hálito, y he tenido que presentar súplicas a los hijos de mis entrañas.
Aun los tontos me despreciaban, y a espaldas mías murmuraban de mí.
Los que en otro tiempo eran mis consejeros, me abominaban; y el amigo a quien más amaba, ése me ha vuelto las espaldas.
Mis huesos, consumidas ya las carnes, están pegados a mi piel, y sólo me han quedado los labios en torno de mis dientes.
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Compadeceos de mí, al menos vosotros que sois mis amigos, compadeceos de mí; ya que la mano del Señor me ha herido.
¿Por qué me perseguís vosotros como si estuvieseis en lugar de Dios, y os cebáis en mis carnes?
¡Oh! ¿Quién me diera que las palabras que voy a proferir se quedasen escritas? ¿Quién me diera que se imprimiesen en libro o tablilla,
con punzón de hierro, y se esculpiesen en planchas de plomo, o con el cincel se grabasen en pedernal?
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Porque yo sé que vive mi redentor, y que yo he de resucitar del polvo de la tierra en el último día,
y de nuevo he de ser revestido de esta piel mía, y en esta mi carne veré a mi Dios;
a quien he de ver yo mismo en persona y no por medio de otro, y a quien contemplarán los mismos ojos míos. Esta es la esperanza que en mi pecho tengo depositada.
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Pues, ¿por qué decís ahora vosotros: Persigámosle, y agarrémonos de algún dicho principal suyo para acusarle y calumniarle?
Huid del filo de la espada de Dios; porque hay una espada vengadora de las injusticias y calumnias; y tened entendido que hay un juicio.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Referencia
Ilustración
Atlas