QUIÉN es ése que viene de Edom o Idumea, y de Bosra con las vestiduras teñidas de sangre? Ese tan gallardo en su vestir, y en cuyo majestuoso andar se descubre su gran fortaleza? Yo soy, responderá, el que predicó la justicia, y soy el protector que doy la salud a los hombres.
Pues, ¿por qué está rojo tu vestido, y está tu ropa como la de aquellos que pisan la vendimia en el lagar?
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El lagar lo he pisado yo solo, sin que nadie de entre las gentes haya estado conmigo. Pisé a los enemigos con mi furor, y los golpeé con mi ira, y su sangre salpicó mi vestido, y manché toda mi ropa.
Porque he aquí el día fijado en mi corazón para tomar venganza; ha llegado ya el tiempo de redimir a los míos.
Eché la vista alrededor, y no hubo quien acudiese a mi socorro; anduve buscando y no hallé persona que me ayudase; y sólo me salvó mi brazo; y la indignación que concebí me sostuvo.
Y en mi furor pisoteé a los pueblos y los embriagué de su sangre en mi indignación, y postré por tierra sus fuerzas.
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Yo me acordaré de las misericordias del Señor; y al Señor alabaré por todas las cosas que él ha hecho a favor nuestro, y por los beneficios concedidos a la casa de Israel, según su benignidad y su piedad.
Porque él dijo: Al cabo, éste es el pueblo mío; son mis hijos; no me faltarán más a la fidelidad; y con eso se hizo Salvador suyo.
En todas las tribulaciones que les acontecieron, jamás se cansó el Señor de librarlos, antes bien el ángel que está en su presencia los sacaba a salvo; y él mismo a impulso de su amor y su clemencia los redimió, y los sobrellevó, y los ensalzó en todo tiempo.
Mas ellos lo provocaron a ira, y contristaron el espíritu de su Santo; y el Señor se les convirtió en enemigo; y él mismo los derrotó.
Pero luego se acordó de los tiempos antiguos; de Moisés y de su pueblo: ¿Dónde está, dijo, ahora aquel que los sacó del mar Rojo a ellos y a los que eran pastores de su grey? ¿Dónde está aquél que puso en medio de ellos el espíritu de su Santo?
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¿Dónde el que puesto a la derecha de Moisés los sacó de Egipto con su majestuoso brazo; el que delante de ellos dividió las aguas del mar, con lo cual ganó un renombre sempiterno;
el que los guió por medio de los abismos, como se hace un vigoroso caballo por una llanura desierta, sin ningún tropiezo?
Como se lleva a un asno por una ladera al campo, con el mayor sosiego; así los condujo el espíritu del Señor, así, ¡oh Dios!, fuiste tú el conductor de tu pueblo, a fin de ganar un nombre glorioso.
Atiende desde el cielo, ¡oh Señor! y echa una mirada hacia nosotros desde el lugar santo donde moras tú y reside la gloria tuya. ¿Dónde está ahora tu celo y tu fortaleza, la ternura de tus entrañas y la gran misericordia tuya? ¿Por qué no la usas conmigo?
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Tú, no obstante, eres nuestro verdadero padre; porque Abrahán no nos conoció, e Israel no supo nada de nosotros. Sí, tú, ¡oh Señor!, eres nuestro Padre, nuestro Redentor, éste es tu nombre desde la eternidad.
¿Y por qué, Señor, nos dejaste desviar de tu camino?; ¿por qué permitiste que se endureciese nuestro corazón, de modo que perdiésemos tu santo temor? Vuélvete a nosotros por amor de tus siervos, y de las tribus que forman la herencia tuya.
Como si tu pueblo santo nada fuese a tu vista, se han enseñoreado de él nuestros enemigos, han pisoteado tu santuario.
Hemos vuelto a ser como al principio , antes que tú te hubieses posesionado de nosotros, y llevásemos el nombre de pueblo tuyo.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Ilustración
Atlas