ESNÚDATE, ¡oh Jerusalén !, del vestido de luto, correspondiente a tu aflicción, y vístete del esplendor y de la magnificencia de aquella gloria perdurable que te viene de Dios.
Te revestirá el Señor de un doble manto de justicia o santidad, y pondrá sobre tu cabeza una diadema de honra sempiterna.
Pues en ti dará a conocer Dios su magnificencia a todos los hombres que existen debajo del cielo.
Porque tu nombre, el nombre que te impondrá Dios para siempre será éste: La paz o felicidad de la justicia, y la gloria de la piedad.
Levántate, ¡oh Jerusalén !, y ponte en la altura, y dirige tu vista hacia oriente, y mira cómo se congregan tus hijos desde el oriente hasta el occidente en virtud de la palabra del Santo, gozándose en la memoria de su Dios;
porque se alejaron de ti a pie llevados por los enemigos; el Señor te los volverá a traer conducidos con el decoro o magnificencia de hijos o príncipes del reino.
Porque Dios ha decretado abatir todo monte empinado, y todo peñasco eterno, y terraplenar los valles al igual de la tierra; para que Israel camine sin demora para gloria de Dios.
Aun las selvas y todos los árboles aromáticos harán sombra a Israel por mandamiento de Dios.
Porque Dios guiará alegremente a Israel con el esplandor de su majestad, mediante la misericordia y la justicia que de él vienen.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Referencia
Ilustración
Atlas