ESPUÉS de esto Absalón se equipó de carrozas, tomó gentes de a caballo, y cincuenta guardias que fuesen corriendo delante de él.
Y levantándose de madrugada, se ponía a la entrada de la puerta; y a todos los que tenían negocios de tratar, y venían a pedir justicia al rey, los llamaba Absalón, y les decía: ¿De dónde eres tú? Le respondía el hombre: Yo, siervo tuyo, soy de tal tribu de Israel.
Y Absalón le hablaba así: Tus pretensiones me parecen razonables y justas; la lástima es que no hay persona puesta por el rey para oírte. Y añadía Absalón:
¡Oh, quién me constituyese juez o gobernador de esta tierra, para que viniesen a mí todos los que tienen negocios, y yo les hiciese justicia!
Además, cuando alguno se acercaba para hacerle reverencia, le alargaba la mano, y dándole un abrazo lo besaba.
Esto hacía con todos los de Israel que venían a que el rey los oyese y juzgase; con lo cual robaba al rey los corazones de los israelitas.
•
Pero cumplido el año cuadragésimo, dijo Absalón al rey David: Permíteme que vaya a cumplir en Hebrón unos votos que tengo hechos al Señor.
Pues cuando tu siervo estaba en Gesur, en la Siria, hizo muy de veras este voto al Dios: Si el Señor me restituyere a Jerusalén , le ofreceré un sacrificio.
Le respondió el rey David: Anda enhorabuena. Con esto se puso en camino; y marchó a Hebrón.
Y despachó Absalón emisarios por todas las tribus de Israel, diciendo: Luego que oigáis el sonido de la trompeta, decid: Absalón ha sido alzado rey en Hebrón.
Fueron también con Absalón doscientos hombres de Jerusalén , que había convidado; los cuales le siguieron con sencillez de corazón, sin saber nada de sus designios.
Hizo venir asimismo a Aquitofel, gilonita, consejero de David, de su ciudad de Gilo. Al tiempo, pues, que estaba inmolando las víctimas, se formaba una regia conjuración; e iba creciendo el número de la gente que corría en tropel al partido de Absalón.
•
Le llegó, pues, a David un mensajero, diciendo: Todo Israel se va con plena voluntad en pos de Absalón.
Entonces David dijo a sus criados, que tenía consigo en Jerusalén : Daos prisa, huyamos; de lo contrario vamos a caer en manos de Absalón; apresurémonos a salir; no sea que nos sorprenda, y se arroje sobre nosotros, y pase a cuchillo la ciudad.
Le respondieron al rey sus criados: Todo cuanto nos ordenare el rey nuestro señor lo ejecutaremos gustosos tus siervos.
Salió, pues, el rey con toda su familia a pie; y dejó a diez de sus mujeres secundarias para custodia del palacio.
Salido que hubo a pie con todos los israelitas que le acompañaban, se paró al estar ya lejos de su casa;
y todos sus criados iban a su lado. E iban delante del rey las legiones de Cereti y de Feleti, y todos los geteos, guerreros valientes, que en número de seiscientos hombres de a pie le habían seguido desde Get.
Dijo entonces el rey a Etai, geteo: ¿Para qué vienes con nosotros? Vuélvete y quédate con el nuevo rey; pues tú eres un extranjero que estás fuera de tu patria.
Ayer llegaste a Jerusalén ; ¿Y hoy has de verte obligado a salir con nosotros? Yo por mí iré a donde hubiere de ir; pero tú vuélvete y llévate a tus hermanos los seiscientos geteos. El Señor es fiel y misericordioso, recompensará el celo y la lealtad con que me has servido.
Pero Etai le respondió: Vive Dios, y vive el rey mi señor, que doquiera que tú, ¡Oh rey mi señor mío!, estuvieres, o para morir o para vivir, allí estará tu siervo.
Con esto dijo David a Etai: Ven, pues, y pasa el torrente Cedrón. Y pasó Etai, geteo, con todos los que le acompañaban y la demás gente.
Lloraban con grandes sollozos; y fue pasando toda la muchedumbre. Pasó también el rey el torrente Cedrón, y se encaminó toda la gente por el camino que va al desierto.
•
Vino asimismo el sumo sacerdote Sadoc, acompañado de todos los levitas, que llevaban el arca del Testamento de Dios, y la colocaron allí. Abiatar se mantuvo junto a ella, hasta que aca-bó de pasar todo el pueblo que salía de la ciudad.
Dijo entonces el rey a Sadoc: Vuelve a llevar a la ciudad el arca de Dios, que si yo hallare gracia en los ojos del Señor, él me volverá aquí, y me dejará ver otra vez su arca y su Tabernáculo.
Que si me dijere: No eres acepto a mis ojos, a su disposición estoy, haga de mí lo que fuere de su mayor agrado.
Y añadió el rey al sumo sacerdote Sadoc: Oh vidente, vuélvete en paz a la ciudad con tu hijo Aquímaas y con Jonatás, hijo de Abiatar; estén con vosotros esos dos hijos vuestros.
Yo voy a ocultarme en los campos del desierto, hasta tanto que me enviéis otras noticias del estado de las cosas.
Sadoc, pues, y Abiatar, volvieron el arca de Dios a Jerusalén , donde se quedaron.
•
Entretanto subía David la cuesta de las Olivas, y la subía llorando, caminando a pie descalzo y tapada la cabeza; e igualmente subía llorando con la cabeza tapada todo el pueblo que le acompañaba.
Y recibió aviso David de que Aquitofel entraba también en la conjuración de Absalón. Oh Señor, exclamó entonces, desconcierta, te ruego, los consejos de Aquitofel.
Estando ya para llegar David a la cumbre del monte desde donde había de adorar al Señor, he aquí que se le presentó Cusai, araquita, con el vestido rasgado y la cabeza cubierta de polvo.
Le dijo David: Si quieres venir conmigo, me servirás de carga;
pero si volvieres a la ciudad y dijeres a Absalón: Siervo tuyo soy, oh rey; como serví a tu padre, así te serviré a ti; entonces podrás desconcertar los consejos de Aquitofel.
Allí tienes contigo a Sadoc y Abiatar, sumos sacerdotes; todo cuanto oyeres decir en la casa del rey, se lo comunicarás a ellos.
En su compañía están dos hijos suyos, Aquímaas, hijo de Sadoc, y Jonatás, hijo de Abiatar, y por ellos me enviaréis a decir todo lo que supiereis.
Cusai, pues amigo de David, se volvió a Jerusalén ; adonde llegó al mismo tiempo que entraba también Absalón.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
Comentario
Referencia
Ilustración
Atlas