vi un cielo nuevo y tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron; y ya no había mar.
Ahora, pues, yo, Juan, vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén , descender del cielo por la mano de Dios, compuesta, como una novia engalanada para su esposo.
Y oí una voz grande que venía del trono, y decía: Ved aquí el Tabernáculo de Dios entre los hombres, y el Señor morará con ellos. Y ellos serán su pueblo, y el mismo Dios habitando en medio de ellos será su Dios.
Y Dios enjugará de sus ojos todas las lágrimas; y no habrá ya muerte, ni llanto, ni alarido, ni habrá más dolor, porque las cosas de antes son pasadas.
Y dijo el que estaba sentado en el solio: He aquí que renuevo todas las cosas. Y me dijo a mí: Escribe, porque todas estas palabras son dignísimas de fe y verdaderas.
Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin de todo. Al sediento yo le daré de beber gratuitamente, o sin interés, de la fuente del agua de la vida.
El que venciere poseerá todas estas cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
Mas en orden a los cobardes, e incrédulos, y execrables o desalmados, y homicidas, y deshonestos, y hechiceros, e idólatras, y a todos los embusteros, su suerte será en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda, y eterna.
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Vino después un ángel de los siete que tenían las tazas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven, y te mostraré la esposa, novia del Cordero.
Con eso me llevó en espíritu a un monte grande y encumbrado, y me mostró la ciudad santa de Jerusalén , que descendía del cielo y venía de Dios,
la cual tenía la claridad de Dios; cuya luz era semejante a una piedra preciosa, a piedra de jaspe, transparente como cristal.
Y tenía un muro grande y alto con doce puertas, y en las puertas doce ángeles y nombres esculpidos, que son los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel.
Tres puertas al oriente, y tres puertas al norte, tres puertas al mediodía, y otras tres al poniente.
Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y en ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.
Y el que hablaba conmigo tenía una caña de medir, que era de oro, para medir la ciudad, y sus puertas, y la muralla.
Es de advertir que la ciudad es cuadrada, y tan larga como ancha; midió, pues, la ciudad con la caña de oro, y tenía doce mil estadios siendo iguales su longitud, altura y latitud.
Midió también la muralla, y la halló de ciento cuarenta y cuatro codos de alto, medida de hombre, que era también la del ángel.
El material de este muro era de piedra jaspe; mas la ciudad era de un oro puro tan transparente, que se parecía a un vidrio, o cristal, sin mota.
Y los fundamentos del muro de la ciudad estaban adornados con toda suerte de piedras preciosas. El primer fundamento era de jaspe, el segundo de zafiro, el tercero de calcedonia o rubí, el cuarto de esmeralda,
el quinto de sardónica, el sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo, el noveno de topacio, el décimo de crisopraso o lapislázuli, el undécimo de jacinto, el duodécimo de amatista.
Y las doce puertas son doce perlas; y cada puerta estaba hecha de una de estas perlas, y el pavimento de la ciudad de oro puro y transparente como el cristal.
Y yo no vi templo en ella; por cuanto el Señor Dios omnipotente es su templo, con el Cordero.
Y la ciudad no necesita sol ni luna que alumbren en ella; porque la claridad de Dios la tiene iluminada, y su lumbrera es el Cordero.
Y a la luz de ella andarán las gentes; y los reyes de la tierra llevarán a ella su gloria y su majestad.
Y sus puertas no se cerrarán al fin de cada día, porque no habrá allí noche.
Y en ella se introducirá, y vendrá a parar, la gloria y la honra de las naciones.
No entrará en esta ciudad cosa sucia, o contaminada, ni quien comete abominación y falsedad, sino solamente los que se hallan escritos en el Libro de la vida del Cordero.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Referencia
Ilustración
Atlas