BRE, ¡oh Líbano!, tus puertas, y devore el fuego tus cedros.
Aúlla, ¡oh abeto!, porque los cedros han caído, porque han sido derribados los árboles más encumbrados; aullad, ¡oh encinas de Basán!, porque ha sido cortado el bosque fuerte.
Retumban los aullidos de los pastores o príncipes, porque destruida ha sido su grandeza; resuenan los rugidos de los leones, porque ha sido disipada la hinchazón del Jordán.
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Esto dice el Señor mi Dios: Apacienta estas ovejas del matadero,
a las cuales sus dueños enviaban a la muerte, sin compadecerse de ellas, y las vendían diciendo: Bendito sea el Señor, nosotros nos hemos hechos ricos. Y aquellos pastores suyos no tenían compasión de ellas.
Pues tampoco yo tendré más compasión de los moradores de esta tierra, dice el Señor, he aquí que yo abandonaré estos hombres cada uno en poder del vecino y en poder de su rey, y su país quedará asolado, y no los libraré de las manos de ellos.
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Y por esto, ¡oh pobres del rebaño!, yo apacentaré estas reses del matadero. A este fin me labré dos cayados: Uno de los cuales llamé Hermosura, y al otro llamé Cuerda, o Lazo; y apacenté la grey.
E hice morir a tres pastores en un mes, y por causa de ellos se angustió mi alma, porque tampoco el alma de ellos me fue a mí constante.
Y dije: Yo no quiero ser más vuestro pastor, lo que muriere, muérase; y lo que mataren, mátenlo; y los demás que se coman a bocados unos a otros.
Y tomé el cayado mío, llamado Hermosura, y lo rompí, en señal de romper la alianza que había hecho con todos los pueblos.
Y quedó anulada en aquel día; y los pobres de mi grey, que me son fieles, han reconocido así que ésta es palabra del Señor.
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Yo les dije a ellos: Si os parece justo, dadme mi salario, y si no, dejadlo estar. Y ellos me pesaron o contaron treinta siclos de plata por el salario mío.
Y me dijo el Señor: Entrégale al alfarero ese lindo precio en que me apreciaron. Tomé, pues, los treinta siclos de plata, y los eché en la casa del Señor, para que se diesen al alfarero.
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Y quebré mi segundo cayado, llamado Cuerda o Lazo, en señal de romper la hermandad entre Judá e Israel.
Me dijo después el Señor: Toma aún los aperos de un pastor insensato y perverso.
Porque he aquí que yo levantaré en la tierra un pastor que no visitará las ovejas abandonadas, ni buscará las descarriadas, no sanará las enfermas, ni alimentará las que están sanas, sino que se comerá las carnes de las gordas, y les romperá hasta las pezuñas.
¡Oh pastor, más bien fantasma de pastor, que desamparas la grey! La espada de la divina venganza le herirá en el brazo y en su ojo derecho, su brazo se secará y quedará árido; y cubierto de tinieblas, su ojo derecho se oscurecerá.
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