ABIENDO sabido, pues, todo esto los hijos de Israel, que habitaban la tierra de Judea, temieron sobremanera su llegada.
Se apoderó de sus corazones el terror y el horror, temerosos de que hiciese con Jerusalén y con el templo del Señor, lo que había ejecutado con las otras ciudades y sus templos.
Por lo que enviaron gente a toda la frontera de Samaria hasta Jericó , y ocuparon de antemano todas las cimas de los montes;
y cercaron de muros sus aldeas, y almacenaron granos, preparándose para la guerra.
Asimismo el sumo sacerdote Eliaquim o Joacim, escribió a todos los que habitaban hacia Esdrelón, que está enfrente a la gran llanura contigua a Dotaín, y a todos los lugares que estaban en los caminos por donde podía pasar Holofernes, a fin de que ocupasen las alturas de los montes, por los cuales podía abrirse camino para Jerusalén , y guarneciesen los pasos estrechos o desfiladeros que hubiese entre los montes.
Ejecutaron los hijos de Israel puntualmente las disposiciones de Eliaquim, sumo sacerdote del Señor.
Al mismo tiempo todo el pueblo clamó al Señor con grandes instancias, y humillaron sus almas con ayunos y oraciones, así ellos como sus mujeres.
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Los sacerdotes se vistieron de cilicio, y a los niños los postraron por tierra delante del templo del Señor, cuyo altar cubrieron también de cilicio.
Y todos a una voz clamaron al Señor Dios de Israel que no fuesen arrebatados sus hijos, ni robadas sus mujeres, ni exterminadas las ciudades, ni profanado el santuario, ni reducidos ellos a ser el oprobio de las naciones.
Entonces Eliaquim, sumo sacerdote del Señor, recorrió todo el país de Israel, y les hablaba,
diciendo: Tened por cierto que oirá el Señor vuestras plegarias si perseverareis constantemente en su presencia, ayunando y orando.
Acordaos de Moisés, siervo del Señor, el cual no por medio de las armas, sino suplicando con santas oraciones, derrotó a los amalecitas, que confiaban en su fuerza, y en su poder, y en sus ejércitos, y en sus escudos, y en sus carros de guerra, y en su caballería.
Lo mismo sucederá a todos los enemigos de Israel, si perseverareis en hacer lo que habéis comenzado.
Movidos, pues, con estas exhortaciones, perseveraban todos encomendándose al Señor, sin apartarse de su acatamiento;
de tal manera, que aun los que ofrecían holocaustos al Señor, le presentaban las víctimas ceñidos de cilicios y cubiertas de ceniza sus cabezas.
Y todos suplicaban de todo su corazón a Dios, que visitase y consolase a su pueblo de Israel.
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