OMÚNMENTE se dice: Si un marido repudia a su mujer, y ella separada de éste toma otro marido, ¿acaso volverá jamás a recibirla? ¿No quedará la tal mujer inmunda y contaminada? Tú, es cierto, que has pecado con muchos amantes. Esto no obstante vuélvete a mí, dice el Señor, que yo te recibiré.
Alza tus ojos a los collados, y mira si hay lugar donde no te hayas prostituido; te sentabas en medio de los caminos, aguardando a los caminantes para entregarte a ellos, como para robar se pone el ladrón en sitio solitario, y contaminaste la tierra con tus fornicaciones y tus maldades.
Por esta causa cesaron las lluvias abundantes, y faltó la lluvia de primavera. Tú, en vez de arrepentirte, presentas el semblante de una mujer prostituta o descarada; no has querido tener rubor ninguno.
Pues al menos desde ahora arrepiéntete, y dime: Tú eres mi padre, tú el que velabas mi virginidad:
¿Acaso has de estar siempre enojado, o mantendrás hasta el fin tu indignación? Pero he aquí que tú has hablado así, y has ejecutado toda suerte de crímenes, hasta no poder más.
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Me dijo también el Señor en tiempo del rey Josías: ¿No has visto tú las cosas que ha hecho la rebelde Israel? Se fue a adorar sobre todo monte alto, y debajo de todo árbol frondoso, y allí se ha prostituido.
Y después que hizo ella todas estas cosas, le dije yo: Vuélvete a mí, y no quiso volverse. Y tu hermana Judá, la prevaricadora, vio
que por haber sido adúltera la rebelde Israel yo la había desechado y dado libelo de repudio; y no por eso se amedrentó su hermana, la prevaricadora Judá, sino que se fue e idolatró también ella.
Y con la frecuencia de sus adulterios o idolatrías contaminó toda la tierra, idolatrando con las piedras y con los leños.
Y después de todas estas cosas no se convirtió a mí, dice el Señor, su hermana, la prevaricadora Judá, con todo su corazón, sino fingidamente.
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Y así me dijo el Señor: La rebelde Israel viene a ser una santa, en comparación de Judá la prevaricadora.
Anda y repite en alta voz estas palabras hacia el septentrión, y di: Conviértete, ¡oh tú, rebelde Israel!, dice el Señor; que no torceré yo mi rostro para no mirarte; pues yo soy santo y benigno, dice el Señor, y no conservaré siempre mi enojo.
Reconoce, tu infidelidad; pues has prevaricado contra el Señor Dios tuyo, y te prostituiste a los dioses extraños debajo de todo árbol frondoso, y no escuchaste mi voz, dice el Señor.
Convertíos a mí, ¡oh hijos rebeldes!, dice el Señor, porque yo soy vuestro esposo, y escogeré de vosotros uno de cada ciudad y dos de cada familia, y os introduciré en Sión.
Y os daré pastores según mi corazón, que os apacentarán con la ciencia y con la doctrina.
Y cuando os hayáis multiplicado y crecido sobre la tierra, en aquellos días, dice el Señor, no se hablará ya del Arca del Testamento del Señor; ni se pensará en ella, ni habrá de ella memoria, ni será visitada, ni se hará ya nada de esto.
En aquel tiempo Jerusalén será llamada trono del Señor; y se agregarán a ella las naciones todas, en el nombre del Señor, en Jerusalén , y no seguirán la perversidad de su pésimo corazón.
En aquel tiempo la familia o reino de Judá se reunirá con la familia de Israel, y vendrán juntas de la tierra del septentrión a la tierra que di a vuestros padres.
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Entonces dije yo: ¡Oh cuántos hijos te daré a ti! Yo te daré la tierra deliciosa; una herencia esclarecida de ejércitos de gentes. Y añadí: Tú me llamarás padre, y no cesarás de caminar en pos de mí.
Pero como una mujer que desprecia al que la ama, así me ha desdeñado a mí la familia de Israel, dice el Señor.
Clamores se han oído en los caminos, llantos, alaridos de los hijos de Israel, por haber procedido infielmente, olvidados del Señor su Dios.
Convertíos a mí, hijos rebeldes, que yo os perdonaré vuestras apostasías. He aquí, ¡oh Señor!, que ya volvemos a ti porque tú eres el Señor Dios nuestro.
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Verdaderamente no eran más que embuste todos los ídolos de los collados y de tantos montes, verdaderamente que en el Señor Dios nuestro está la salud de Israel.
Aquel culto afrentoso consumió desde nuestra mocedad los sudores de nuestros padres, sus rebaños y sus vacadas, sus hijos y sus hijas.
Moriremos en nuestra afrenta, y quedaremos cubiertos de nuestra ignominia; porque contra nuestro Dios hemos pecado nosotros, nuestros padres, desde nuestra mocedad hasta el día de hoy; y no hemos escuchado la voz del Señor Dios nuestro.
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