ESALTA en el rostro del hombre su sabiduría, y el Todopoderoso le mudará el semblante.
Yo por mí estoy atento a las palabras del rey y a los preceptos de Dios, confirmados con juramento.
Tú no te apresures a retirarte de su presencia, ni perseveres en el pecado; porque hará todo lo que quisiere, y te castigará como mereces.
Pues su palabra es muy poderosa; ni puede alguno decirle ¿por qué haces esto?
El que guarda sus órdenes, no experimentará mal ninguno. El corazón del sabio conoce el tiempo y la manera de responder.
Tiene cada cosa su tiempo y sazón; mas es grande la pena del hombre al querer saberlo,
por cuanto ignora lo pasado, y por ninguna vía puede saber lo venidero.
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No está en poder del hombre el retener el espíritu o prolongar su vida; ni tiene potestad alguna sobre el día de su muerte; ni se le dan treguas en aquella guerra que lo amenaza. No le valdrá al impío su impiedad en aquel trance.
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Todas estas cosas consideré, y apliqué mi espíritu a la meditación de cuanto se hace deba-jo del sol. Y observé que un hombre domina sobre otro hombre a veces para su propia desdicha.
Vi también los pomposos entierros de los impíos; los cuales aun mientras vivían impíamente residían en el lugar santo, y eran alabados en la ciudad como de buenas costumbres; mas también es esto vanidad.
Y sucede que los hijos de los hombres, viendo que no se pronuncia luego la sentencia contra los malos, cometen la maldad sin temor alguno.
Pero al contrario, esta misma paciencia con que es tolerado el pecador, aunque peque cien veces, me ha hecho conocer a mí que serán dichosos aquellos que temen a Dios y respetan su majestad.
¡Ah!, no haya bien para el impío, ni sean prolongados los días de su vida; antes bien pasen como sombra los que no temen la presencia del Señor.
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Se halla todavía otra miseria sobre la tierra: hay justos que padecen males, como si hubieran hecho acciones de impíos; e impíos hay que viven tan sosegados, como si tuvieran méritos de justos. Cosa es ésta que también me parece muy vana.
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Por tanto alabé la alegría del justo; visto que no hay bien para el hombre en esta vida, sino el comer y beber moderadamente, y estar contento, y que esto es lo que únicamente sacará de su trabajo en los días de su vida que le ha concedido Dios en la tierra.
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Y apliqué mi corazón para aprender la sabiduría a fin de conocer la causa de esta disipación de ánimo en los que moran la tierra. Hombre hay que ni de día ni de noche admite en sus ojos al sueño.
Al final entendí que no puede el hombre hallar razón completa de todas las obras de Dios que se hacen en este mundo; y que cuanto más trabajare por descubrirla, menos la hallará; aunque dijere el sabio que él la sabe, nunca podrá dar con ella.
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