S cierto, hermanos míos, que siento en mi corazón un singular afecto a Israel, y pido muy de veras a Dios su salvación.
Yo les confieso y me consta que tienen celo de las cosas de Dios, pero no es un celo según la ciencia.
Porque no conociendo la justicia que viene de Dios, y esforzándose a establecer la suya propia, no se han sujetado a Dios para recibir de él esta justicia.
Siendo así que el fin de la ley es Cristo para justificar a todos los que creen en él.
Porque Moisés dejó escrito, que el hombre que cumpliere la justicia ordenada por la ley o sus mandamientos, hallará en ella la vida.
Pero de la justicia que procede de la fe, dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién podrá subir al cielo?, esto es, para hacer que Cristo descienda;
¿o quién ha de bajar al abismo?, esto es, para sacar a vida de entre los muertos a Cristo .
Mas ¿qué es lo que dice la Escritura? Cerca está de ti la palabra que da la justificación, en tu boca está y en tu corazón; esta palabra es la palabra de la fe que predicamos.
Pues si confesareis con tu boca al Señor Jesús , y creyeres en tu corazón que Dios le ha resucitado de entre los muertos, serás salvo.
Porque es necesario creer de corazón para justificarse, y confesar la fe con las palabras u obras para salvarse.
Por esto dice la Escritura: Cuantos creen en él, no serán confundidos.
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Puesto que no hay distinción de judío y de gentil; por cuanto uno mismo es el Señor de todos, rico para con todos aquellos que le invocan.
Porque todo aquel que invocare de veras el nombre del Señor, será salvo.
Mas ¿cómo le han de invocar, si no creen en él? O ¿cómo creerán en él, si de él nada han oído hablar? Y ¿cómo oirán hablar de él, si no se les predica?
Y ¿cómo habrá predicadores, si nadie los envía?, según aquello que está escrito: ¡Qué feliz es la llegada de los que anuncian la buena nueva de la paz, de los que anuncian los verdaderos bienes!
Verdad es que no todos obedecen la buena nueva. Y por eso dijo Isaías: ¡Oh Señor!, ¿quién ha creído lo que nos ha oído predicar?
Así que la fe proviene de oír, y oír depende de la predicación de la palabra de Cristo .
Pero pregunto: Pues qué, ¿no la han oído ya? Sí, ciertamente: su voz ha resonado por toda la tierra, y se han oído sus palabras hasta las extremidades del mundo.
Mas digo yo: ¿Será que Israel no lo ha entendido? No por cierto. Moisés es el primero en decir en nombre de Dios: Yo he de provocaros a celos por un pueblo que no es pueblo mío; y haré que una nación insensata o ignorante venga a ser el objeto de vuestra indignación y envidia.
Isaías, levanta la voz, y dice: Me hallaron los que no me buscaban; me descubrí claramente a los que no preguntaban por mí.
Y, al contrario, dice a Israel: Todo el día tuve mis manos extendidas a ese pueblo incrédulo y rebelde a mis palabras.
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