A nosotros, pues, nos ha de considerar el hombre como unos ministros de Cristo , y dispensadores de los misterios de Dios.

2 Esto supuesto, entre los dispensadores lo que se requiere es, que sean hallados fieles en su ministerio.

3 Por lo que a mí toca, muy poco se me da el ser juzgado por vosotros, o en cualquier juicio humano; pues ni aun yo me atrevo a juzgar de mí mismo.

4 Porque si bien no me remuerde la conciencia de cosa alguna, no por eso me tengo por justificado; pues el que me juzga es el Señor. 5 Por tanto, no queráis sentenciar antes de tiempo, suspended vuestro juicio hasta tanto que venga el Señor, el cual sacará a plena luz lo que está en los escondrijos de las tinieblas, y descubrirá en aquel día las intenciones de los corazones; y entonces cada cual será de Dios alabado según merezca.

6 Por lo demás, hermanos míos, todo esto que acabo de decir, lo he presentado en persona mía y en la de Apolo por amor vuestro, a fin de que, sin nombrar a nadie, aprendáis por medio de nosotros a no entonaros uno contra otro a favor de un tercero, más allá de lo que va escri-to. 7 Porque ¿quién es el que te da la ventaja sobre otros? O ¿qué cosa tienes tú que no la hayas recibido de Dios? Y si todo lo que tienes lo has recibido de él, ¿de qué te jactas como si no lo hubieses recibido?

8 He aquí que vosotros estáis ya satisfechos, hechos ya ricos; sin nosotros estáis reinando; y quiera a Dios que en efecto reinéis, para que así nosotros reinemos también con vosotros. 9 Pues yo para mí tengo que Dios a nosotros los apóstoles nos trata como a los últimos o más viles hombres, como a los condenados a muerte, haciéndonos servir de espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres. 10 Nosotros somos considerados como unos necios por amor de Cristo ; mas vosotros, sois los prudentes en Cristo ; nosotros flacos, vosotros fuertes; vosotros sois honrados, nosotros viles y despreciados. 11 Hasta la hora presente andamos sufriendo el hambre, la sed, la desnudez, los malos tratamientos, y no tenemos dónde fijar nuestro domicilio, 12 y nos afanamos trabajando con nuestras propias manos, nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la sufrimos con paciencia;

13 nos ultrajan, y retornamos súplicas; somos en fin tratados, hasta ahora, como la basura del mundo, como la escoria de todos. 14 No os escribo estas cosas porque quiera sonrojaros, sino que os amonesto como a hijos míos muy queridos. 15 Porque aun cuando tengáis millares de maestros en Jesucristo, no tenéis muchos padres. Pues yo soy el que os he engendrado en Jesucristo por medio de la buena nueva. 16 Por tanto, os ruego que seáis imitadores míos, así como yo lo soy de Cristo .

17 Con este fin he enviado a vosotros a Timoteo, el cual es hijo mío, carísimo y fiel en el Señor; para que os informe de mi proceder o manera de vivir en Jesucristo, conforme a lo que yo enseño por todas partes en todas las iglesias. 18 Algunos sé que están tan engreídos, como si yo nunca hubiese de volver a vosotros. 19 Mas bien pronto pasaré a veros, si Dios quiere; y examinaré no la palabrería de los que andan así hinchados, sino su virtud. 20 Que no consiste el reino de Dios o nuestra religión en palabras, sino en la virtud, o en buenas obras. 21 ¿Qué estimáis más?, ¿que vaya a vosotros con la vara o castigo, o con amor y espíritu de mansedumbre?
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