ENÍA Elimelec, marido de Noemí, un pariente consanguíneo, hombre poderoso y de gran caudal, llamado Booz.
Y Rut, la moabita, dijo a su suegra: Si me das tu licencia iré al campo, y recogeré las espigas que se escapen de las manos de los segadores, donde quiera que hallare buena acogida en algún padre de familias que se muestre compasivo para conmigo. Le respondió Noemí: Anda, hija mía.
Fue, pues, y empezó a recoger espigas detrás de los segadores. Por fortuna el dueño de aquel campo era el mencionado Booz, de la parentela de Elimelec.
Y he aquí que el mismo Booz llegó de Betlehem; y saludó a los segadores, diciendo: El Señor sea con vosotros. Los cuales le respondieron: Bendígate el Señor.
Preguntó Booz al joven mayoral de los segadores: ¿De quién es esta muchacha?
Le respondió: Esta es la moabita que vino con Noemí del país de Moab;
y ha pedido permiso para ir tras de los segadores cogiendo las espigas que quedan; y desde la mañana hasta ahora se está en el campo, sin haberse retirado ni por un momento a su casa.
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Dijo entonces Booz a Rut: Oye, hija, no vayas a otra heredad a espigar, ni te apartes de este sitio, sino júntate con mis muchachas,
y síguelas donde estuviere la siega: porque he dado orden a mis criados para que nadie se meta contigo; antes bien si tuvieres sed, vete al hato, y bebe agua de la misma que beben también mis criados.
Ella entonces, inclinando su rostro hasta tierra, le hizo una profunda reverencia, y dijo: ¿De dónde a mí tanta dicha, que haya encontrado gracia en tus ojos, y te dignes tratarme con tanta bondad, siendo yo una mujer extranjera?
A la cual respondió Booz: Me han contado lo que has hecho con tu suegra después de la muerte de tu marido; y cómo has abandonado a tus padres y el país nativo, por venir a un pueblo que te era antes desconocido.
El Señor te premie por tu acción, y recibas un cumplido galardón del Señor Dios de Israel, a quien has recurrido, y debajo de cuyas alas te has amparado.
Le respondió Rut: He hallado gracia en tus ojos, ¡oh señor mío!, pues que así has consolado y hablado al corazón de esta esclava tuya, que ni merece contarse como una de tus criadas.
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Y le dijo Booz: A la hora de comer, vente aquí, y come el pan, y moja tu bocado en el vinagre con mis gentes: Se sentó, pues, a un lado de los segadores, y Booz le dio una porción de polenta de la que comió hasta saciarse, y guardó las sobras.
Se levantó luego de allí para espigar como antes. Y Booz dio esta orden a sus criados, diciendo: Aunque quisiera ella segar con vosotros para sí, no se lo estorbéis;
antes de propósito dejad caer de vuestros manojos algunas espigas, para que estando en el suelo las pueda coger sin rubor; y mientras las recoge nadie la reprenda.
Estuvo, pues, espigando en el campo hasta la tarde; y vareando y sacudiendo las espigas recogidas, se halló con cerca de un efí de cebada, esto es tres modios.
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Y cargando con ellos, se volvió a la ciudad, y se los mostró a su suegra; tras esto sacó y le dio de las sobras de la comida, de que ella se había saciado.
Le preguntó su suegra: ¿Dónde has espigado hoy, y dónde has empleado tu trabajo? Bendito sea el que se ha apidado de ti. Le declaró Rut en qué campo había espigado, y dijo que el amo de él se llamaba Booz.
A la cual contestó Noemí: Bendito sea el Señor; pues la misma buena voluntad que tuvo a los vivos, la conserva todavía a los difuntos. Y añadió: ese hombre es pariente nuestro.
Le dijo Rut: Pues también me ha mandado que me incorpore con sus segadores hasta tanto que se acabe la siega de todas las mieses.
Le respondió la suegra: Más vale, hija mía, que vayas a espigar entre sus criadas, no sea que en el rastrojo de otro, se te opusiese alguno a que espigases.
Se juntó, pues, con las criadas de Booz, y espigó entre ellas todo el tiempo restante, hasta que las cebadas y los trigos se recogieron en las trojes.
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