ENTRETANTO, habiendo oído Sanaballat que reedificábamos las murallas, montó en gran cólera; y enfurecido en extremo, hizo mofa de los judíos, 2 y dijo en presencia de sus hermanos y de un gran concurso de samaritanos: ¿Qué pretenden hacer esos miserables judíos? ¿Por ventura se lo permitirán estas naciones vecinas?¿Piensan poder ofrecer sacrificios, concluyendo toda la obra en un día? ¿Podrán acaso restaurar las piedras de los montones reducidos a cenizas?. 3 A lo que añadió Tobías amonita, que estaba a su lado: Dejadlos que construyan, que si va una zorra saltará de un lado a otro de los muros y los derribará.

4 Oh Dios nuestro, oye cómo se mofan de nosotros; haz recaer sobre su cabeza estos escarnios, y que ellos sean el blanco de los desprecios allí donde sean llevados cautivos. 5 No encubras, no disimules su maldad, ni sea borrado su pecdado delante de tu vis-ta, ya que han escarnecido a los que reedifican tu ciudad santa.

6 Nosotros, pues, reedificamos las murallas, restaurándolas enteramente hasta la mitad de su altura antigua; y el pueblo cobró bríos para seguir el trabajo. 7 Mas así que supieron Sanaballat, y Tobías, y los árabes, y los amonitas, y los de Azoto, que estaban reparadas las brechas de los muros de Jerusalén , y que comenzaban a cerrarse los portillos, se irritaron sobremanera, 8 y todos de mancomún se coligaron para venir a pelear con Jerusalén , y armarnos asechanzas. 9 Nosotros nos encomendamos a nuestro Dios, y pusimos contra ellos centinelas día y noche en las murallas. 10 Y algunos de la tribu de Judá dijeron: Los más robustos que acarrean los materiales están ya sin aliento, y queda aún muchísima tierra que sacar, de suerte que no nos es posible acabar de reedificar el muro. 11 Y han dicho nuestros enemigos: No han de saber nada hasta que rompamos por medio de ellos, los matemos, y hagamos cesar la obra. 12 Y viniendo los judíos que habitaban cerca de ellos, y diciendo esto mismo por diez y más veces, recibiendo el propio aviso de todas partes de donde acudían a nosotros, 13 puse luego en orden al pueblo, apostado detrás del muro alrededor con sus espadas, y lanzas, y ballestas. 14 Y pasada revista de todo, fui y dije a los magnates, y magistrados, y al resto del pueblo: No tenéis que temer delante de ellos; acordáos del Señor grande y terrible; y pelead por vuestros hermanos, y por vuestros hijos e hijas, y por vuestras mujeres y por vuestras casas. 15 Mas habiendo entendido nuestros enemigos que se nos había dado aviso, disipó Dios como el humo los designios que habían formado. Con lo que nos volvimos todos a los muros, cada cual a su tarea.

16 Y desde aquel día la mitad de la gente moza trabaja en la obra y la otra mitad sobre las armas, con lanzas y escudos, y ballestas, y corazas, y detrás de ellos los capitanes en toda la familia de Judá. 17 Los que trabajaban en el muro, los que llevaban cargas, y los que las cargaban, trabajaban con una mano, y en otra tenían la espada; 18 porque cada uno de los trabajadores llevaba ceñida al lado la espada; y así trabajaban; y el que tocaba al arma con la trompeta estaba siempre a mi lado. 19 Y dije a los magnates, y a los magistrados, y al resto del pueblo: La construcción es grande y de mucha extensión, y nosotros estamos separados en el muro lejos el uno del otro. 20 Dondequiera que oyereis el sonido de la trompeta, corred allí todos hacia nosotros, que nuestro Dios peleará a favor nuestro. 21 Entretanto vamos continuando la obra, y la mitad de nosotros tenga empuñadas las lanzas desde que apunte la aurora hasta que salgan las estrellas. 22 En esta misma ocasión dije también al pueblo: Cada uno con su criado quédese a dormir dentro de Jerusalén , y nos relevaremos unos a otros para trabajar día y noche. 23 Yo, pues, ni mis hermanos, ni mis criados, ni las guardias que me seguían, nos desnudábamos; ninguno se quitaba los vestidos sino para alguna purificación o lavatorio.
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