L tercer mes de la salida de Israel de la tierra de Egipto, en el mismo día llegaron al desierto de Sinaí .
Porque habiendo partido de Rafidim, y llegando hasta el desierto de Sinaí , acamparon en este lugar; y allí fijó Israel sus tiendas enfrente del monte.
De aquí subió Moisés hacia Dios, el cual le llamó desde la cima del monte, y dijo: Esto dirás a la casa de Jacob y esto anunciarás a los hijos de Israel.
Vosotros mismos habéis visto lo que he hecho con los egipcios; de qué manera os he traído cual águila sobre mis alas, y os he tomado por mi cuenta.
Ahora bien, si escuchareis mi voz y observareis mi pacto seréis para mí, entre todos los pueblos la porción escogida, ya que mía es toda la tierra.
Y seréis vosotros para mí un reino sacerdotal, y nación santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.
Bajó, pues, Moisés, y convocados los ancianos del pueblo, les expuso todo lo que el Señor le había mandado decirles.
Y respondió a su vez todo el pueblo: Haremos todo cuanto ha dicho el Señor. Y habiendo Moisés llevado al Señor la respuesta del pueblo,
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el Señor le dijo: Ahora mismo vendré yo a ti en una densa y oscura nube, a fin de que el pueblo me oiga hablar contigo, y te dé crédito perpetuamente. Y Moisés refirió las palabras del pueblo al Señor;
quien le dijo: Vuelve al pueblo, y haz que todos se purifiquen entre hoy y mañana, y laven sus vestidos,
y estén preparados para el día tercero; porque en el día tercero descenderá el Señor a vista de todo el pueblo sobre el monte Sinaí .
Pero tú has de señalar límites al pueblo en el circuito, y decirles: Guardaos de subir al monte, ni os acerquéis alrededor de él. Todo el que se llegare al monte, morirá sin remisión.
No le ha de tocar mano de hombre alguno, sino que ha de morir apedreado o asaetado; ya fuere bestia, ya hombre, perderá la vida. Mas cuando comenzare a sonar la bocina, salgan entonces hacia el monte.
Bajó, pues, Moisés del monte, y llegando al pueblo le purificó; y después que lavaron sus vestidos,
les dijo: Estad apercibidos para el día tercero, y no os lleguéis a vuestras mujeres.
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Ya que era venido el día tercero y rayaba el alba, de repente principiaron a oírse truenos, y a relucir los relámpagos, y se cubrió el monte de una densísima nube, y el sonido de la bocina resonaba con grandísimo estruendo; con lo que se atemorizó el pueblo, que estaba dentro de los campamentos.
De donde sacado por Moisés para salir a recibir a Dios, se pararon todos a las faldas del monte.
Todo el monte Sinaí estaba humeando, por haber descendido a él el Señor entre llamas; subía el humo de él como de un horno, y todo el monte causaba espanto.
Al mismo tiempo el sonido de la bocina cada vez se sentía más recio, y se extendía a mayor distancia. Moisés hablaba, y Dios le respondía.
Descendió el Señor sobre el monte Sinaí , en la cima misma del monte, y llamó a Moisés a aquella cumbre. A donde habiendo subido,
le dijo: Baja y dile al pueblo que no se arriesgue a traspasar los límites para ver al Señor, por cuyo motivo vengan a perecer muchísimos de ellos.
Los sacerdotes asimismo que se acercan al Señor, purifíquense; no sea que los castigue de muerte.
Dijo entonces Moisés al Señor: No se atreverá el pueblo a subir al monte Sinaí , puesto que tú me has dicho y mandado expresamente: Señala límites alrededor del monte, y santifícale.
Mas el Señor le dijo: Anda, baja, después subirás tú y Aarón contigo; pero los sacerdotes y el pueblo no traspasen los límites, ni suban hacia donde está el Señor, no sea que les quite la vida.
Bajó Moisés al pueblo y le refirió todas estas cosas.
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