STANDO un día Jesús mirando hacia el arca del templo, vio a varios ricos que iban echando en él sus ofrendas.
Y vi asimismo a una pobre viuda, la cual echaba dos blancas o pequeñas monedas.
Y dijo a sus discípulos: En verdad os digo, que esta pobre viuda ha echado más que todos.
Por cuanto todos éstos han ofrecido a Dios parte de lo que les sobra; pero ésta de su misma pobreza ha dado lo que tenía y necesitaba para su sustento.
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Como algunos de sus discípulos dijesen del templo que estaba hecho de hermosas piedras, y adornado de ricos dones, replicó:
Días vendrán en que todo esto que veis será destruido de tal suerte que no quedará piedra sobre piedra, que no sea demolida.
Preguntándole ellos: Maestro, ¿cuándo será eso, y qué señal habrá de que tales cosas están próximas a suceder?
Jesús les respondió: Mirad, no os dejéis engañar; porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: Yo soy el Mesías y ya ha llegado el tiempo; guardaos, pues, de seguirlos.
Antes cuando sintieres rumor de guerras y sediciones, no queráis alarmaros; es verdad que primero han de acaecer estas cosas, mas no por eso será luego el fin.
Entonces añadió él: Se levantará un pueblo contra otro pueblo, y un reino contra otro reino.
Y habrá grandes terremotos en varias partes, y pestilencias, y hambres, y aparecerán en el cielo cosas espantosas y prodigios extraordinarios.
Pero antes que sucedan todas estas cosas se apoderarán de vosotros, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas, y meterán en las cárceles, y os llevarán por fuerza a los reyes y gobernadores, por causa de mi nombre,
lo cual os servirá de ocasión para dar testimonio.
Por consiguiente, imprimid en vuestros corazones la máxima de que no debéis discurrir de antemano cómo habéis de responder.
Pues yo pondré las palabras en vuestra boca, y una sabiduría a que no podrán resistir, ni contradecir todos vuestros enemigos.
Y seréis entregados por vuestros mismos padres, y hermanos, y parientes, y amigos, y harán morir a muchos de vosotros;
de suerte que seréis odiados de todo el mundo por amor de mí:
No obstante, ni un cabello de vuestra cabeza se perderá.
Mediante vuestra paciencia salvaréis vuestras almas.
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Mas, cuando viereis a Jerusalén estar cercada por un ejército, entonces tened por cierto que su desolación está cerca.
En aquella hora los que se hallan en Judea, huyan a las montañas; los que habitan en medio de la ciudad, que se retiren; y los que están en los contornos, no entren.
Porque días de venganza son éstos, en que se han de cumplir todas las cosas como están escritas.
Pero ¡ay de las que estén encinta, o criando en aquellos días!, pues este país se hallará en grandes angustias, y la ira de Dios se descargará sobre este pueblo.
Parte morirán a filo de espada; parte serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta tanto que los tiempos de las naciones acaben de cumplirse.
Se verán fenómenos prodigiosos en el sol, la luna y las estrellas, y en la tierra estarán consternadas y atónitas las gentes por el estruendo del mar y de las olas,
secándose los hombres de temor y de sobresalto, por las cosas que han de sobrevenir a todo el universo; porque las virtudes de los cielos estarán bambaleando.
Y entonces será cuando verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y majestad.
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Como quiera, vosotros, al ver que comienzan a suceder estas cosas, abrid los ojos, y alzad la cabeza, estad de buen ánimo, porque vuestra redención se acerca.
Y les propuso esta comparación: Reparad en la higuera y en los demás árboles.
Cuando ya empieza a brotar el fruto, conocéis que está cerca el verano.
Así también vosotros, viendo la ejecución de estas cosas, entended que el reino de Dios está cerca.
Os empeño mi palabra, que no se acabará esta generación, hasta que todo lo dicho se cumpla.
El cielo y la tierra se mudarán, pero mis palabras no faltarán.
Velad, pues, sobre vosotros mismos, no suceda que se ofusquen vuestros corazones con la glotonería, y embriaguez, y los cuidados de esta vida, y os sobrecoja de repente aquel día,
que será como un lazo que sorprenderá a todos los que moran sobre la superficie de la tierra.
Velad, pues, orando en todo tiempo, a fin de merecer el evitar todos estos males venideros, y comparecer ante el Hijo del hombre.
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Estaba Jesús entre día enseñando en el templo, y saliendo a la noche, la pasaba en el monte llamado de los Olivos.
Y todo el pueblo acudía muy de madrugada al templo para oírle.
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