AS he aquí que mientras Jeroboam estaba en el altar y echaba el incienso, llegó de Judá a Betel por orden del Señor un varón de Dios,
y exclamó contra el altar, diciendo de parte del Señor: Altar, altar, oye lo que dice el Señor: Tiempo vendrá en que ha de nacer en la familia de David un hijo que se llamará Josías; el cual hará degollar sobre ti los sacerdotes de los lugares altos, que ahora queman sobre ti inciensos, y él quemará sobre ti huesos de hombres.
Y al mismo tiempo, en prueba de la verdad de su predicción, añadió: Esta será la señal que os hará conocer que Dios es quien os habla: He aquí que va a partirse el altar, y se derramará la ceniza que hay en él.
Así que oyó el rey las palabras que el varón de Dios pronunció en alta voz contra el altar de Betel, extendió su mano desde el altar, diciendo: Prended a ése. Mas al punto se le secó la mano que había extendido contra el profeta, y no pudo retirarla hacia sí.
Al mismo tiempo se hizo pedazos el altar, y se derramó la ceniza que había en él, conforme a la señal que había predicho el varón de Dios en nombre del Señor.
Dijo entonces el rey al varón de Dios: Ruega al Señor Dios tuyo, y ora por mí, para que me sea restituida mi mano. Hizo el varón de Dios oración al Señor, y el rey recobró su mano, y quedó como antes estaba.
Por lo que dijo el rey al varón de Dios: Ven conmigo a casa a comer, y te llenaré de regalos.
Mas el varón de Dios respondió al rey: Aunque me dieras la mitad de tu casa no iría yo contigo, ni comería pan, ni bebería agua en este lugar;
porque así me lo tiene mandado expresamente el Señor con este precepto: No comerás allí pan, ni beberás agua, ni te volverás por el mismo camino que fuiste.
Y en efecto, se fue por otro camino, y no volvió por el mismo que había tomado viniendo a Betel.
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Moraba a la sazón en Betel cierto profeta anciano; a quien fueron sus hijos y le contaron todo lo que aquel día había hecho en Betel el varón de Dios, refiriendo a su padre las palabras que había hablado al rey.
Les dijo su padre: ¿Qué camino tomó? Le mostraron sus hijos el camino por donde se había vuelto el varón de Dios que había venido de Judá.
Y dijo a sus hijos: Aparejadme el asno. Y habiéndole ellos aparejado, montó en él,
y fue en busca del siervo de Dios; y lo halló sentado a la sombra de un terebinto, y le dijo: ¿Eres tú el varón de Dios, que vino de Judá? Yo soy, le respondió.
Pues ven conmigo, dijo, a casa a tomar un bocado.
Mas él le respondió: Yo no puedo volver atrás, ni ir contigo, ni comeré pan, ni beberé agua en este lugar;
por cuanto el Señor me habló de su propia boca, diciendo: No comas allí pan, ni bebas agua, ni vuelvas por el camino por donde fueres.
Le dijo el otro: Yo también soy profeta como tú; y un ángel me ha venido a decir en nombre del Señor: Hazle volver contigo a tu casa, para que coma pan y beba agua. Lo engañó,
y lo hizo volver consigo. Comió, pues, el pan en su casa, y bebió el agua.
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Y cuando estaban sentados a la mesa, el Señor habló al profeta que había hecho volver atrás al otro;
y exclamó dicho profeta y dijo al varón de Dios, venido de Judá: Esto dice el Señor: Porque has sido desobediente a la orden expresa del Señor, y no has guardado el mandamiento que te dio el Señor Dios tuyo,
sino que has vuelto atrás, y comido el pan, y bebido el agua en este lugar, en el que Dios te mandó no comer pan ni beber agua, no será llevado tu cadáver al sepulcro de tus padres.
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Después que el varón de Dios, a quien hizo volver atrás, hubo comido y bebido, el profeta anciano le aparejó el asno.
Y luego que partió, lo encontró un león por el camino y lo mató, y quedó su cadáver tendido en medio del camino. Estaba el asno parado junto a él, y el león se estaba también cerca del cadáver.
En esto sucedió que unos pasajeros vieron el cadáver tendido en el camino, y al león parado junto al cadáver; y fueron y divulgaron esto en la ciudad donde habitaba aquel anciano profeta.
Oyéndolo, pues, el profeta que lo había hecho volver atrás, dijo: El varón de Dios es, que fue desobediente a la orden del Señor; y el Señor lo entregó a un león que lo ha despedazado y muerto, según se lo había ya anunciado el Señor.
En seguida dijo a sus hijos: Aparejadme el asno. Se lo aparejaron;
y marchando, halló el cadáver tendido en el camino, y al asno y al león parados junto al cadáver; sin que el león se lo hubiese comido, ni hecho daño al asno.
Tomó, pues, el profeta el cadáver del varón de Dios, y lo cargó sobre el asno, y volviéndose se lo llevó consigo a su ciudad para hacerle el duelo;
y puso el cadáver en su sepulcro, y lo lloraron, y lo endecharon, diciendo: ¡Ay!, ¡ay!, ¡hermano mío!
Y después de concluidas las exequias, dijo a sus hijos: Cuando yo muera, enterradme en el sepulcro en que yace el varón de Dios; poned mis huesos junto a los suyos;
porque infaliblemente se verificará lo que anunció de parte del Señor contra el altar que está en Betel, y contra todos los adoratorios de las alturas que hay en las ciudades de Samaria.
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Después de todos estos sucesos, no se convirtió Jeroboam de su vida perversa; antes al contrario, creó sacerdotes de los lugares altos, hombres del común del pueblo; todo el que quería se consagraba, y quedaba hecho sacerdote de los lugares altos.
Este fue el pecado de la casa de Jeroboam, y por eso fue destruida y arrancada de la superficie de la tierra.
父亲
圣子
圣灵
天使
撒旦
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