OR donde tú eres inexcusable, ¡oh hombre, quienquiera que seas!, que te metes a condenar a los demás. Pues en lo que condenas a otro te condenas a ti mismo, haciendo como haces tú, ¡oh judío!, aquellas mismas cosas que condenas.
Sabemos que Dios condena, según su verdad, a los que cometen tales acciones.
Tú, pues, ¡oh hombre!, que condenas a los que tales cosas hacen, y no obstante las haces, ¿piensas acaso que podrás huir del juicio de Dios?
¿O desprecias tal vez las riquezas de su bondad, y de su paciencia, y largo sufrimiento? ¿No reparas que la bondad de Dios te está llamando a la penitencia?
Tú, al contrario, con tu dureza y corazón impenitente vas atesorándote ira y más ira para el día de la venganza y de la manifestación del justo juicio de Dios,
el cual ha de pagar a cada uno según sus obras,
dando la vida eterna a los que, por medio de la perseverancia en las buenas obras, aspiran a la gloria, al honor y a la inmortalidad,
y derramando su cólera y su indignación sobre los espíritus porfiados, que no se rinden a la verdad, sino que abrazan la injusticia.
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Así que tribulación y angustias aguardan sin remedio al alma de todo hombre que obra mal, del judío primero, y después del griego;
mas la gloria, el honor y la paz serán la porción hereditaria de todo aquel que obra bien, del judío primero, y después del griego;
porque para con Dios no hay preferencia de personas.
Y así todos los que pecaron sin tener ley escrita, perecerán sin ser juzgados por ella; mas todos los que pecaron teniéndola, por ella serán juzgados.
Que no son justos delante de Dios los que oyen la ley; sino los que la cumplen, ésos son los que serán justificados.
En efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley escrita, hacen por razón natural lo que manda la ley, estos tales no teniendo ley, son para sí mismos ley viva;
y ellos hacen ver que lo que la ley ordena está escrito en sus corazones, como se lo atestigua su propia conciencia, y las diferentes reflexiones que allá en su interior ya los acusan, ya los defienden,
como se verá en aquel día, en que Dios juzgará los secretos de los hombres, por medio de Jesucristo, según la doctrina de la buena nueva que predico.
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Mas tú que te precias del renombre de judío, y tienes puesta tu confianza en la ley, y te glorías de adorar a Dios,
y conoces su voluntad y, amaestrado por la ley, disciernes lo que es mejor,
tú te jactas de ser guía de ciegos, luz de los que están a oscuras,
preceptor de gente ruda, maestro de niños, o recién convertidos, como quien tiene en la ley de Moisés la pauta de la ciencia y de la verdad;
y no obstante, tú que instruyes al otro, no te instruyes a ti mismo; tú que predicas que no es lícito hurtar, hurtas;
tú que dices que no se ha de cometer adulterio, lo cometes; tú que abominas los ídolos, eres sacrílego adorador suyo;
tú, en fin, que te glorías en la ley, con la violación de la misma ley deshonras a Dios.
(Vosotros los judíos sois la causa, como dice la Escritura, de que sea blasfemado el nombre de Dios entre los gentiles).
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Por lo demás, la circuncisión sirve si observas la ley; pero si eres prevaricador de la ley, por más que estés circuncidado, vienes a ser delante de Dios como un hombre incircunciso.
Al contrario, si un incircunciso guarda los preceptos de la ley, por ventura, sin estar circuncidado, ¿no será considerado circunciso?
Y el que por naturaleza es incircunciso o gentil, y guarda exactamente la ley, ¿no te condenará a ti, que teniendo la letra de la ley y la circuncisión, eres prevaricador de la ley?
Porque no está en lo exterior ser judío, ni es la verdadera circuncisión la que se hace en la carne;
sino que el verdadero judío es aquel que lo es en su interior, así como la verdadera circuncisión es la del corazón que se hace según el espíritu, y no según la letra de la ley; y este verdadero judío recibe su alabanza, no de los hombres, sino de Dios.
父亲
圣子
圣灵
天使
撒旦
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