OH Dios de mis padres y Señor de misericordia, que hiciste todas cosas por medio de tu palabra,

2 y con tu sabiduría formaste al hombre, para que fuese señor de las criaturas que tú hiciste, 3 a fin de que gobernase la tierra con equidad y justicia, y ejerciese el juicio con rectitud de corazón; 4 dame aquella sabiduría que asiste a tu trono, y no quieras excluirme del número de tus hijos; 5 ya que yo soy siervo tuyo e hijo de tu esclava, hombre flaco, y de corta edad, y poco idóneo aun para entender el derecho y las leyes. 6 Porque aun cuando alguno de entre los hijos de los hombres fuese un varón consumado, si se ausentare de él tu sabiduría, no valdría nada. 7 Tú, ¡oh Señor!, me escogiste por rey de tu pueblo, y por juez de tus hijos e hijas;

8 y me mandaste edificar el templo en tu santo monte, y un altar en la ciudad de tu morada a semejanza de tu santo Tabernáculo, que dispusiste desde el principio , 9 estando contigo tu sabiduría, que conoce tus obras; la cual se hallaba también contigo entonces cuando creabas al mundo, y sabía lo que era grato a tus ojos, y qué cosa era conforme a tus decretos.

10 Envíala de tus santos cielos y del solio de tu grandeza, para que esté conmigo, y conmigo trabaje, a fin de que sepa yo lo que te place;

11 puesto que sabe ella todas las cosas y todo lo entiende, y me guiará con acierto en mis empresas, y me protegerá con su poder. 12 Con lo cual mis obras serán gratas, y gobernaré con justicia a tu pueblo, y seré digno del trono de mi padre.

13 Porque ¿quién de los hombres podrá saber los consejos de Dios?; ¿o quién podrá averiguar qué es lo que Dios quiere?

14 Porque tímidos son los pensamientos de los mortales, e inciertas o falaces nuestras providencias; 15 pues el cuerpo corruptible le pesa al alma, y este vaso de barro deprime la mente, ocupada que está en muchas cosas. 16 Difícilmente llegamos a formar concepto de las cosas de la tierra; y a duras penas entendemos las que tenemos delante de los ojos. ¿Quién podrá, pues, investigar aquellas que están en los cielos? 17 Y sobre todo, ¿quién podrá conocer tus designios o tu voluntad, si tú no le das sabiduría, y no envías desde lo más alto de los cielos tu Santo Espíritu; 18 con que sean enderezados los caminos de los moradores de la tierra, y aprendan los hombres las cosas que a ti placen? 19 Visto que por la sabiduría fueron salvados, ¡oh Señor!, cuantos desde el principio del mundo te fueron gratos.
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