SÍ acabó Tobías su cántico. Cuarenta y dos años vivió Tobías después de recobrada la vista; y vio los hijos de sus nietos.
Cumplidos, pues, ciento dos años, fue sepultado honoríficamente en Nínive.
Porque de cincuenta y seis años perdió la vista, y de sesenta la recobró.
Todo el resto de la vida lo pasó con alegría; y habiendo adelantado muchísimo en el temor de Dios, vino a descansar en paz.
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A la hora de su muerte llamó a sí a su hijo Tobías, y a los siete mancebos hijos de éste, nietos suyos, y les dijo:
Pronto sucederá la ruina de Nínive; pues la palabra del Señor no puede faltar; y nuestros hermanos que están dispersos fuera de la tierra de Israel, volverán a ella;
y será repoblado todo aquel país desierto, y reedificada de nuevo la casa de Dios que fue allí entregada a las llamas y volverán allá todos los que temen a Dios.
Y las gentes o gentiles abandonarán sus ídolos, y vendrán a Jerusalén para morar en ella;
y allí se regocijarán todos los reyes de la tierra, adorando al rey de Israel.
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Ahora bien, hijos míos, escuchad a vuestro padre: Servid al Señor con sincero corazón, y estudiad cómo hacer lo que le es agradable;
y encomendad a vuestros hijos que hagan obras de justicia, y den limosnas; que tengan presente a Dios, y lo bendigan en todo tiempo con sincero corazón y con todo esfuerzo.
Ea, pues, hijos míos, escuchad lo que os digo, y no queráis permanecer aquí, sino que el día en que hubiereis enterrado a vuestra madre junto a mí en la misma sepultura, este mismo día disponed vuestro viaje para salir de aquí.
Porque yo estoy viendo que los vicios y maldades conducen esta ciudad a su exterminio.
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En efecto, Tobías, después de la muerte de su madre, se retiró de Nínive con su mujer y sus hijos y nietos, y se fue a vivir con sus suegros;
a los cuales halló sanos y salvos en dichosa vejez, y cuidó de ellos, y él mismo les cerró los ojos; y entró en toda la herencia de la casa de Raguel; y vio a los hijos de sus hijos hasta la quinta generación.
Finalmente, cumplidos noventa y nueve años en el temor del Señor, lo sepultaron con gloria y alegría.
Toda su parentela y todos sus descendientes perseveraron en el bien vivir y en el ejercicio de obras santas; de tal manera que fueron gratos así a Dios como a los hombres, y a todos los moradores del país.
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