HABÍA antes el Señor dicho a Moisés: Todavía heriré al faraón y a Egipto, con una plaga, y después os despedirá y os obligará a que salgáis. 2 Dirás, pues, a todo el pueblo que cada uno pida a su amigo, y cada mujer a su vecina, alhajas de plata y oro.

3 Y el Señor hará que su pueblo encuentre buena disposición en los egipcios. Y también la persona de Moisés gozaba de grandísimo concepto en todo el país de Egipto, así entre los criados o grandes del faraón, como en todo el pueblo.

4 Moisés le dijo también al faraón: Esto dice el Señor: A la medianoche saldré a recorrer Egipto;

5 y morirán todos los primogénitos en la tierra de los egipcios, desde el primogénito de la esclava que hace rodar la muela en el molino, y todos los primogénitos de las bestias.

6 Y se oirá un clamor grande en todo Egipto, cual nunca hubo, ni habrá jamás. 7 Pero entre todos los hijos de Israel, desde el hombre hasta la bestia, no chistará siquiera un perro; para que conozcáis cuán milagrosa distinción hace el Señor entre egipcios e israelitas. 8 Y todos esos servidores tuyos vendrán a mí, y postrados en mi presencia me suplicarán, diciendo: Sal tú, y todo tu pueblo que está a tus órdenes. Y después de esto saldremos. 9 E irritado Moisés en extremo, se apartó del faraón. Entonces dijo el Señor a Moisés: Ni aún ahora ha de escucharos el faraón, a fin de que se multipliquen los prodigios en la tierra de Egipto. 10 Todos estos portentos, que quedan escritos en este libro, obraron Moisés y Aarón delante del faraón. Mas el Señor endureció el corazón del faraón, quien no dejó salir de su tierra a los hijos de Israel.
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