CONTECIÓ que se hallaba allí un hombre malvado, un hijo de Belial llamado Seba, hijo de Bocri, de la tribu de Benjamín; el cual tocó la trompeta, diciendo: Nada tenemos que hacer con David, ni que esperar cosa alguna del hijo de Isaí; vuélvete, Israel, a tu casa.
Y se separó todo Israel de David, siguiendo a Seba, hijo de Bocri. Mas los de la tribu de Judá fueron acompañando a su rey desde el Jordán hasta Jerusalén ;
y así que hubo llegado el rey a su casa de Jerusalén tomó las diez mujeres secundarias que había dejado para guardar el palacio, y las puso en clausura, dándoles alimentos, pero no se llegó más a ellas, sino que estuvieron encerra-das hasta el día que murieron, viviendo como viudas.
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Dijo después el rey a Amasa: Convócame a todos los soldados de Judá para dentro de tres días y te presentarás tú con ellos.
Fue, pues, Amasa a convocar a la gente de Judá, y se detuvo más del plazo que el rey le había señalado.
Por lo que dijo David a Abisai: Ahora nos ha de dar más que hacer Seba, hijo de Bocri, que Absalón, y corre tras él, no sea que se apodere de algunas de las ciudades fuertes, y se nos escape de las manos.
Salieron, pues, con él las tropas de Joab, y los cereteos y los feleteos; y todos los valientes partieron de Jerusalén en persecución de Seba, hijo de Bocri.
Y estando ya junto a la gran peña de Gabaón, salió Amasa a encontrarlos. Estaba Joab vestido de una túnica estrecha, ajustada a la medida de su talle, llevando sobre ella ceñida su daga pendiente con su vaina hasta la ingle, fabricada con tal arte, que a un ligero movimiento podía salirse fuera, y darse el golpe.
Dijo, pues, Joab a Amasa: Dios te guarde, hermano mío; y con la mano derecha asió la barbilla de Amasa en ademán de besarle.
Y no habiendo hecho Amasa ningún reparo en la daga o cuchillo que tenía Joab, lo hirió éste en el costado, y derramó por tierra sus entrañas, y sin repetir el golpe, lo dejó allí muerto. Luego Joab y Abisai su hermano, continuaron en seguimiento de Seba, hijo de Bocri.
Algunos soldados de las tropas de Joab, parándose junto al cadáver de Amasa, dijeron: Mirad el que quiso ser compañero o general de David en lugar de Joab.
Entretanto Amasa, revolcado en su sangre, yacía tendido en medio del camino. Advirtió uno que toda la gente se paraba a verle; y apartó el cadáver de Amasa del camino a un campo, y lo cubrió con una ropa, para que los que pasasen no se detuviesen por su causa.
Retirado ya del camino, pasaba adelante toda la tropa que iba con Joab, para seguir a Seba, hijo de Bocri.
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Entretanto éste había atravesado por todas las tribus de Israel hasta Abela y Betmaaca; y había reunido a su lado lo más escogido del ejército de Israel.
Llegaron, pues, y pusieron sitio a Abela y Betmaaca, cercando la ciudad con trincheras, y quedó la plaza sitiada, y toda la gente de Joab se esforzaba para batir el muro.
Entonces una mujer muy sabia de aquella ciudad dio voces, diciendo: Oíd, escuchad, decid a Joab que se acerque, para que pueda yo hablarle.
Se acercó Joab, y la mujer le dijo: ¿Eres tú Joab? Yo soy, le respondió. Oye, le dijo ella, las palabras de tu sierva. Ya te escucho, contestó Joab.
Antiguamente, prosiguió la mujer se decía por proverbio: Los que buscan consejo, búsquenle en Abela, y de este modo lograban su designio.
¿No soy yo la que doy respuestas verdaderas y justas a Israel? ¿Y tú quieres arruinar una ciudad y asolar una metrópoli en Israel? ¿Por qué destruyes la herencia del Señor?
Respondiendo Joab, dijo: No, lejos de mí tal cosa; no vengo yo para arruinar ni asolar.
No es esa mi intención, sino que busco a un hombre del monte de Efraín, llamado Seba, hijo de Bocri, que se ha rebelado contra el rey David; entregadnos ese hombre solo, y nos retiraremos al instante de la ciudad. Dijo entonces la mujer a Joab: Pues ahora mismo te echarán su cabeza por el muro.
En efecto, se presentó la mujer donde estaba todo el pueblo; y les habló con tanta cordura, que cortando ellos la cabeza a Seba, hijo de Bocri, se la arrojaron a Joab; el cual tocó la retirada, y regresaron las tropas cada cual a su casa. Joab volvió a Jerusalén , cerca del rey.
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De este modo quedó Joab con el mando en jefe de todo el ejército de Israel; siendo Banaías, hijo de Joíada, capitán de los cereteos y feleteos;
y Aduram superintendente de las rentas; Josafat, hijo de Ahilud, secretario o cronista;
Siva escribano; y Sadoc y Abiatar sumos sacerdotes,
e Ira de Jair era sacerdote de David.
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