ONCLUIDOS estos tratados, se volvió Lisias para el rey, y los judíos se dedicaron a cultivar sus tierras.
Pero los oficiales del rey, que residían en el país, a saber, Timoteo y Apolonio, hijo de Genneo, y también Jerónimo y Demofonte, y además de éstos, Nicanor, gobernador de Chipre, no los dejaban vivir en paz ni sosiego.
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Los habitantes de Joppe cometieron el siguiente atentado: Convidaron a los judíos que habitaban en aquella ciudad a entrar con sus mujeres e hijos en unos barcos que habían prevenido, como que no existía ninguna enemistad entre unos y otros.
Y habiendo condescendido en ello, sin tener la menor sospecha, pues vivían en paz, y la ciudad tenía hecho un público acuerdo a favor de ellos, así que se hallaron en alta mar fueron arrojados al agua unos doscientos de ellos.
Luego que Judas tuvo noticia de esta crueldad contra los de su nación, mandó tomar las armas a su gente, y después de invocar a Dios justo juez,
marchó contra aquellos asesinos de sus hermanos, y de noche pegó fuego al puerto, quemó sus barcos, e hizo pasar a cuchillo a todos los que se habían escapado de las llamas.
Hecho esto, partió de allí con ánimo de volver de nuevo para exterminar enteramente todos los vecinos de Joppe.
Pero habiendo entendido que también los de Jamnia meditaban hacer otro tanto con los judíos que moraban entre ellos,
los sorprendió igualmente de noche, y quemó el puerto con sus naves; de suerte que el resplandor de las llamas se veía de Jerusalén , que dista de allí doscientos cuarenta estadios.
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Y cuando, partido que hubo de Jamnia, había ya andado nueve estadios, avanzando contra Timoteo, lo atacaron los árabes en número de cinco mil infantes y de quinientos caballos;
y trabándose un crudo combate, que con la protección de Dios le salió felizmente, el resto del ejército de los árabes vencido pidió la paz a Judas, prometiendo cederle varios pastos, y asistirle en todo lo demás.
Y Judas, creyendo que verdaderamente podían serle útiles en muchas cosas, les concedió la paz; y hecho el tratado se volvieron los árabes a sus tiendas.
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Después de esto atacó a una ciudad fuerte, llamada Casfín, o Casbón, rodeada de muros y de puentes levadizos en la cual habitaba una turba de diferentes naciones.
Pero confiados los de dentro en la firmeza de sus muros, y en que tenían provisión de víveres, se defendían con flojedad, y provocaban a Judas con dichos picantes, blasfemias y expresiones detestables.
Mas el Macabeo, habiendo invocado al gran rey del universo que en tiempo de Josué derribó de un golpe, sin arietes, ni máquinas de guerra los muros de Jericó , subió con gran denuedo sobre la muralla;
y tomada por voluntad del Señor la ciudad, hizo en ella una horrorosa carnicería; de tal suerte que un estanque vecino, de dos estadios de anchura, apareció teñido de sangre de los muertos.
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Partieron de allí, y después de andados setecientos cincuenta estadios, llegaron a Caraca, donde habitaban los judíos llamados turbianeos.
Mas tampoco pudieron venir allí a las manos con Timoteo, quien se había vuelto sin poder hacer nada, dejando en cierto lugar una guarnición muy fuerte.
Pero Dositeo y Sosípatro, que mandaba las tropas en compañía del Macabeo, pasaron a caudillo a diez mil hombres que Timoteo había dejado en aquella plaza.
Entretanto el Macabeo, tomando consigo seis mil hombres, y distribuyéndolos en batallones, marchó contra Timoteo que traía ciento veinte mil hombres de a pie, y dos mil quinientos de a caballo.
Luego que éste supo la llegada de Judas, envió delante las mujeres, los niños y el resto del bagaje a una fortaleza llamada Carnión, que era inexpugnable y de difícil entrada, a causa de los desfiladeros que era necesario pasar.
Mas al dejarse ver el primer batallón de Judas, se apoderó el terror de los enemigos a causa de la presencia de Dios, que todo lo ve, y se pusieron en fuga uno tras otro, de manera que el mayor daño lo recibían de su propia gente, y quedaban heridos por sus propias espadas.
Judas los perseguía, castigando a aquellos profanos; habiendo dejado tendidos a treinta mil de ellos.
El mismo Timoteo cayó en poder de los batallones de Dositeo y Sosípatro, a los cuales pidió con gran instancia que le salvasen la vida, porque tenía prisioneros muchos padres y hermanos de los judíos; los cuales, muerto él, quedarían sin esperanza de salvar la suya.
Y habiéndoles dado palabra de restituirles los prisioneros, según lo estipulado, le dejaron ir sin hacerle mal, con la mira de salvar así a sus hermanos.
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Hecho esto, volvió Judas contra Carnión, en donde pasó a cuchillo veinticinco mil hombres.
Después de la derrota y mortandad de los enemigos, dirigió Judas su ejército contra Efrón, ciudad fuerte, habitada por una multitud de gentes de diversas naciones; cuyas murallas estaban coronadas de robustos jóvenes que las defendían con valor, y además había dentro de ella muchas máquinas de guerra y acopio de dardos.
Pero los judíos invocando el auxilio del Todopoderoso, que con su poder quebranta las fuerzas de los enemigos, tomaron la ciudad, y dejaron tendidos por el suelo a veinticinco mil hombres de los que en ella había.
Desde allí fueron a la ciudad de los escitas, distante seiscientos estadios de Jerusalén ;
pero asegurando los judíos que habitaban allí entre los escitopolitanos, que estas gentes los trataban bien, y que aun en el tiempo de sus desgracias se habían portado con ellos con toda humanidad,
les dio Judas las gracias; y habiéndolos exhortado a que en lo venidero mostrasen igual benevolencia a los de su nación, se volvió con los suyos a Jerusalén , por estar muy cerca el día solemne de las Semanas o Pentecostés.
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Y pasada esta festividad marcharon contra Gorgias, gobernador de la Idumea.
Salió, pues, Judas con tres mil infantes y cuatrocientos caballos;
y habiéndose trabado el combate, quedaron tendidos algunos pocos judíos en el campo de batalla.
Mas un cierto Dositeo, soldado de caballería de los de Bacenor, hombre valiente, asió a Gorgias, y quería cogerlo vivo; pero se arrojó sobre él un soldado de a caballo de los de Tracia, y le cortó un hombro, lo cual dio lugar a que Gorgias huyese a Maresa.
Fatigados ya los soldados que mandaba Esdrín con tan larga pelea, invocó Judas al Señor para que protegiese y dirigiese el combate;
y habiendo comenzado a cantar en alta voz himnos en su lengua nativa, puso en fuga a los soldados de Gorgias.
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Reuniendo después Judas su ejército, pasó a la ciudad de Odollam, y llegando el día séptimo se purificaron según el rito, y celebraron allí el sábado.
Al día siguiente fue Judas con su gente para traer los cadáveres de los que habían muerto en el combate, y enterrarlos con sus parientes en las sepulturas de sus familias;"
y encontraron debajo de la ropa de los que habían sido muertos algunas ofrendas de las consagradas a los ídolos que había en Jamnia, cosas prohibidas por la ley a los judíos; con lo cual conocieron todos evidentemente que esto había sido la causa de su muerte."
Por tanto, bendijeron a una los justos juicios del Señor, que había manifestado el mal que se quiso encubrir;"
y en seguida poniéndose en oración rogaron a Dios que echase en olvido el delito que habían cometido. Al mismo tiempo el esforzadísimo Judas exhortaba al pueblo a que se conservase sin pecado, viendo delante de sus mismos ojos lo sucedido por causa de las culpas de los que habían sido muertos."
Y habiendo recogido en una colecta que mandó hacer doce mil monedas de plata, las envió a Jerusalén , a fin de que se ofreciese un sacrificio por los pecados de estos difuntos, teniendo, como tenía, buenos y religiosos sentimientos acerca de la resurrección ."
(Pues si no esperara que los que habían de resucitar, habría tenido por cosa superflua e inútil rogar por los difuntos),"
y porque consideraba que a los que habían muerto después de una vida piadosa, les estaba reservada una gran misericordia."
Es, pues, un pensamiento santo y saludable rogar por los difuntos, a fin de que sean libres de las penas de sus pecados."
Père
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Satan
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