O soy el Señor Dios vuestro: No os fabricaréis ídolos, ni estatuas, ni erigiréis columnas o aras, ni pondréis en vuestra tierra piedra señalada con el fin de adorarla, porque yo soy el Señor Dios vuestro.
Guardad mis sábados, y tened profundo respeto a mi santuario. Yo el Señor.
Si seguís mis preceptos, y observáis mis mandatos y los cumplís, os enviaré lluvias a sus tiempos,
y la tierra producirá sus granos, y estarán los árboles cargados de frutos.
Y con tanta abundancia que la trilla de las mieses alcanzará la vendimia y la vendimia la sementera; y comeréis vuestro pan en hartura y habitaréis en vuestra tierra sin temor ninguno.
Haré que reine la paz en vuestros confines. Dormiréis y no habrá quien os espante. Ahuyentaré las bestias dañinas y no entrará espada en vuestros términos.
Perseguiréis a vuestros enemigos y caerán delante de vosotros.
Cinco de los vuestros perseguirán a cien extraños y cien de vosotros a diez mil; vuestros enemigos caerán en vuestra presencia al filo de la espada.
Echaré sobre vosotros una mirada benigna, y os haré crecer, y seréis multiplicados, y confirmaré mi alianza con vosotros.
Comeréis los frutos añejos de mucho tiempo y al fin arrojaréis los añejos por la abundancia de los nuevos.
Fijaré mi Tabernáculo en medio de vosotros y no os desechará mi alma.
Andaré entre vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis el pueblo mío.
Yo el Señor Dios vuestro que os he sacado de la tierra de los egipcios, a fin de que no fueseis sus esclavos; y rompí las cadenas de vuestras cervices; para que alzaseis cabeza.
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Pero si no me escuchareis, ni cumpliereis todos mis mandamientos;
si despreciareis mis leyes y no hiciereis caso de mis juicios, dejando de hacer lo que tengo establecido e invalidando mi pacto;
ved aquí la manera con que yo también me portaré con vosotros: Os castigaré prontamente con hambre, y con un ardor que os abrasará los ojos, y consumirá vuestras vidas. En vano haréis vuestra sementera, pues será devorada por vuestros enemigos.
Os dirigiré una mirada con rostro airado, y caeréis a los pies de vuestros enemigos, y quedaréis sujetos a los que os aborrecen: os entregaréis a la fuga sin que nadie os persiga.
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Que si aun con eso no me obedeciereis, os castigaré todavía siete veces más, por causa de vuestros pecados,
y quebrantaré el orgullo de vuestra rebeldía, y haré desde lo alto que el cielo sea de hierro para vosotros y de bronce la tierra.
Se irá en humo todo vuestro trabajo; la tierra no producirá su esquilmo, y los árboles no darán frutos.
Si quisiereis apostárosla conmigo, desobedeciendo mis órdenes, aumentaré siete veces más vuestras plagas por causa de vuestros pecados;
y enviaré contra vosotros las fieras del campo, para que os devoren a vosotros y a vuestros ganados, reduciéndoos a un corto número y haciendo desiertos vuestros caminos.
Que si ni aun con eso quisiereis enmendaros, sino que prosiguiereis oponiéndoos a mí,
yo también proseguiré oponiéndome a vosotros y os castigaré siete veces más por vuestros pecados,
y haré descargar sobre vosotros la espada, que os castigará por haber roto mi alianza. Y si os refugiareis a las ciudades muradas, os enviaré peste y seréis entregados en manos de vuestros enemigos,
después que yo os hubiere quitado el apoyo del pan que es vuestro sustento; en tal extremo, que diez mujeres cocerán panes en un solo horno y darán a sus hijos el pan por onzas; y comeréis y nunca os saciaréis.
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Pero si ni aun con todo eso me escuchareis, sino que prosiguiereis pugnando contra mí;
yo asimismo procederé contra vosotros con saña de enemigo y os azotaré con siete nuevas plagas por vuestros pecados,
de suerte que vengáis a comer las carnes de vuestros hijos y de vuestras hijas.
Destruiré vuestras alturas en que adoráis a los ídolos y despedazaré vuestros simulacros. Caeréis entre las ruinas de vuestros ídolos y mi alma os abominará,
en tanto grado, que reduciré a soledad vuestras ciudades y asolaré vuestros santuarios, y no aceptaré ya más el olor suavísimo de vuestros sacrificios.
Talaré vuestra tierra y quedarán atónitos, viéndola vuestros enemigos, cuando entren a morar en ella.
Y a vosotros os dispersaré por entre las naciones, y desenvainaré mi espada en pos de vosotros, y quedará desierto vuestra tierra, y arruinadas vuestras ciudades.
Entonces la tierra gozará de sus sábados o días de reposo, mientras durara el tiempo de su soledad; cuando vosotros,
estéis en tierra enemiga, ella descansará y hallará su reposo, estando sola o desierta; ya que no reposó en vuestros sábados, cuando habitabais en ella.
Y a los que de vosotros quedaren, infundiré espanto en sus corazones en medio de los países enemigos; se estremecerán al ruido de una hoja volante, huyendo de ella como de una espada; caerán sin que nadie los persiga;
y se atropellarán unos a otros, como quien huye de la batalla; ninguno de vosotros tendrá valor para resistir al enemigo.
Pereceréis entre las naciones, y la tierra enemiga os consumirá.
Que si todavía quedaren algunos de éstos, se irán pudriendo por sus iniquidades en el país de sus enemigos; y serán cruelmente afligidos por los pecados de sus padres y por los suyos,
hasta que confiesen sus maldades y las de sus mayores, con que prevaricaron y se rebelaron contra mí.
Por donde yo también iré contra ellos y los arrojaré a país enemigo, hasta tanto que su corazón incircunciso se confunda y avergüence; entonces será cuando pedirán perdón de sus impiedades.
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Y yo me acordaré de la alianza que hice con Jacob , y con Isaac, y con Abrahán. Me acordaré también de la tierra,
la cual, despoblada de ellos, gozará de sus días de sábado, reducida a un yermo por causa de ellos. Mas entretanto me pedirán perdón por sus pecados, por haber rechazado mis ordenanzas y despreciado mis leyes.
Y yo a pesar de eso, aun estando ellos en tierra enemiga, no los abandoné totalmente, ni los desamé tanto que los dejase perecer enteramente, y anulase el pacto hecho con ellos. Porque al fin yo soy el Señor Dios suyo.
Y tendré presente la antigua alianza que hice con ellos, cuando a vista de las naciones los saqué de la tierra de Egipto, para ser yo su Dios. Yo soy el Señor.
Estos son los decretos, y preceptos, y leyes que Dios estableció entre sí y los hijos de Israel en el monte Sinaí por medio de Moisés.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Ilustración
Atlas