NTONCES le dijeron los efraimitas: ¿Qué es esto que has hecho con nosotros de no llamarnos cuando saliste a combatir a Madián? Y se querellaron agriamente, faltando poco para llegar a atropellarle.
Les respondió Gedeón: Pues, ¿qué hazaña podía yo hacer que igualara a la que vosotros habéis hecho? ¿Por ventura no vale más un racimo de Efraín que todas las vendimias de Abiezer?
El Señor puso en vuestras manos los príncipes de Madián, Oreb y Zeb: ¿qué cosa pude yo hacer igual a la que vosotros habéis hecho? Con esta respuesta calmó la cólera en que ardían contra él.
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Cuando Gedeón, después de la derrota de Madián, llegó al Jordán, lo vadeó con los trescientos hombres que tenía consigo; los cuales por el cansancio no podían perseguir a los fugitivos.
Por lo que dijo a los vecinos de Soccot: Dadme, os ruego, pan para la tropa que viene conmigo, pues está muy desfallecida, a fin de que podamos perseguir a Zebee y a Salmana, reyes de Madián.
Respondieron los príncipes de Soccot: Pues qué, ¿tienes en tu poder maniatados a Zebee y a Salmana, para pedirnos que demos pan a este su ejército?
Les replicó él:Cuando el Señor habrá entregado en mis manos a Zebee y a Salmana, yo destrozaré vuestros cuerpos con las espinas y abrojos del desierto.
Moviendo de allí vino a Fanuel, y propuso lo mismo a los habitantes de aquel lugar, que también le respondieron como los de Soccot.
Y les dijo asimismo: Cuando vuelva felizmente vencedor, destruiré esa torre.
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Entretanto Zebee y Salmana estaban descansando con todo su ejército; porque de todas las tropas de los pueblos orientales habían quedado quince mil hombres, habiendo sido muertos ciento veinte mil soldados, que manejaban la espada.
Gedeón, pues, tomando el camino hacia los árabes scenitas, o que habitaban en tiendas de campaña, a la parte oriental de Nobe y Jegbaa, derrotó el campamento de los enemigos; los cuales estaban descuidados, imaginando que ya no tenían que temer nada.
Zebee y Salmana echaron a huir; mas persiguiéndolos Gedeón, los prendió después de haber desbaratado todo su ejército.
Y volviendo de la batalla al otro día antes de salir el sol,
cogió a un mozo de los habitantes de Soccot, y le preguntó por los nombres de los principales y ancianos o senadores de Soccot, y señaló setenta y siete sujetos.
Con esto, entró en Soccot, y les dijo: Aquí tenéis a Zebee y a Salmana, sobre los cuales me zaheristeis diciendo: ¿Acaso tienes ya en tu poder maniatados a Zebee y a Salmana para que nos pidas que demos de comer a tus soldados desfallecidos de hambre y cansancio?
Cogió, pues, a los ancianos de la ciudad y destrozó y desmenuzó sus cuerpos con espinas y abrojos del desierto.
Arrasó también la torre de Fanuel, pasando a cuchillo a los moradores de la ciudad.
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Dijo después a Zebee y Salmana: ¿Qué traza tenían aquellos hombres que matasteis en el Tabor? Le respondieron: Eran parecidos a ti, y uno de ellos así como hijo de rey.
Les replicó Gedeón: Hermanos míos eran, hijos de mi madre. Vive Dios que si les hubieseis conservado la vida, yo tampoco os la quitaría a vosotros.
Dijo entonces a Jeter su primogénito: Anda, ve y mátalos. Mas Jeter no sacó la daga porque tenía miedo, siendo como era muchacho.
Y Zebee y Salmana dijeron: Ven tú y danos el golpe: pues a proporción de la edad es la fuerza del hombre. Acercóse Gedeón y mató a Zebee y a Salmana: y tomó después todos los adornos y lunitas de oro, con que suelen engalanarse los cuellos de los camellos de los reyes.
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Después de esto, todos los israelitas dijeron a Gedeón: Sé tú nuestro príncipe, y después de ti, tu hijo y tu nieto, ya que nos has librado del poder de Madián.
A los cuales él respondió: No seré yo príncipe vuestro, ni tampoco lo será mi hijo; sino que el Señor será quien domine y reine sobre vosotros.
Y les añadió: Una sola cosa os pido: dadme los zarcillos o pendientes que habéis hallado en el botín. Porque los israelitas acostumbraban traer zarcillos de oro.
Le respondieron: Los daremos con grandísimo gusto. Y extendiendo en tierra una capa, echaron en ella los zarcillos cogidos en el botín.
Y estos zarcillos que pidió Gedeón, pesaron mil seiscientos siclos de oro, sin contar los dijes y joyeles y vestidos de púrpura que solían usar los reyes de Madián, y además de los collares o sartales de oro de los camellos.
De todo esto hizo Gedeón un efod que puso en su patria la ciudad de Efra. Pero todo Israel idolatró por causa de este efod, después de la muerte de dicho caudillo; y el tal efod vino a ser la ruina de Gedeón y de toda su casa.
Quedaron, pues, los madianitas humillados delante de los hijos de Israel, y no pudieron después levantar cabeza; sino que todo el país estuvo en paz durante los cuarenta años que gobernó Gedeón.
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Partió después Jerobaal o Gedeón, hijo de Joás, y habitó en su casa;
y tuvo setenta hijos propios; porque tenía muchas mujeres.
Y una de sus mujeres secundarias, que estaba en Siquem, le parió un hijo que se llamó Abimelec.
Al fin murió Gedeón, hijo de Joás, en próspera vejez, y fue colocado en el sepulcro de Joás, su padre, en Efra, ciudad de la familia de Ezri.
Mas después que murió Gedeón, apostataron otra vez los hijos de Israel, y se prostituyeron a los ídolos, y pactaron alianza con Baal, para que fuese su Dios;
no acordándose del Señor Dios suyo que los libertó de las manos de todos sus enemigos, que tenían alrededor;
ni usaron de piedad con la casa de Jerobaal, esto es de Gedeón, por todos los beneficios que había hecho a Israel.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Ilustración
Atlas