ABÍAN hecho los hijos de Israel un juramento en Masfa, diciendo: Ninguno de nosotros dará sus hijas por mujeres a los hijos de Benjamín.
Después, pesarosos, vinieron todos a la casa de Dios en Silo, y permaneciendo delante de ella al anochecer, levantaron el grito, y con grandes alaridos, comenzaron a llorar, diciendo:
¿Por qué, ¡oh Señor Dios de Israel!, ha sucedido esta calamidad en tu pueblo, que se haya acabado hoy una de nuestras tribus?
Y levantándose al día siguiente al rayar el alba, erigieron un altar en que ofrecieron holocaustos y víctimas pacíficas, y dijeron:
¿Quién es en todas las tribus de Israel el que no se unió al ejército del Señor? Porque estando en Masfa se habían obligado con un solemne juramento a matar a los que faltasen.
Mas ahora arrepentidos los israelitas de lo hecho contra Benjamín, su hermano, comenzaban a decir: Se acabó una tribu de Israel.
¿De dónde tomarán mujeres los pocos que han quedado de ella, habiendo jurado todos nosotros a una no darles nuestras hijas?
Dijeron pues: ¿Quién hay de las tribus todas de Israel que no haya comparecido ante el Señor en Masfa? Y se halló que los moradores de Jabes-Galaad no habían estado en aquel ejército.
Y que ni aun mientras los israelitas estaban en Silo, no apareció allí ninguno de ellos.
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Con esto destacaron diez mil hombres muy valientes, dándoles esta orden: Id, y pasad a cuchillo a los moradores de Jabes-Galaad, sin perdonar a sus mujeres y niños.
Y habéis de ejecutarlo de modo que, matando a todos los varones y a las mujeres casadas, dejéis con vida a las doncellas.
Se hallaron en Jabes-Galaad cuatrocientas doncellas por casar, y las condujeron al campamento de Silo en tierra de Canaán.
Luego despacharon mensajeros a los hijos de Benjamín que se mantenían en la peña Remmón, con la comisión de concederles la paz.
Vinieron, pues, entonces los hijos de Benjamín, y se les dieron por mujeres las doncellas de Jabes-Galaad, mas no hallaron otras que poderles dar a este modo.
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Todo Israel tuvo gran pesar, y se arrepintió en extremo de la destrucción de una de las tribus de Israel.
Y dijeron los ancianos: ¿Qué haremos con los demás que han quedado sin mujeres? Todas las mujeres de Benjamín han perecido;
y debemos precaver con gran solicitud y el mayor empeño que no se acabe una tribu en Israel.
No obstante, no podemos darles nuestras hijas, ligados como estamos con el juramento, y con la maldición que nos echamos, diciendo: Maldito sea el que diere alguna hija suya en matrimonio a los hijos de Benjamín.
Tomaron, pues, este partido, y dijeron: He aquí que viene la solemnidad del Señor que se celebra todos los años en Silo, en la llanura situada al norte de la ciudad de Betel, y al oriente del camino que desde Betel va a Siquem, y al mediodía de la ciudad de Lebona.
Y dieron orden a los hijos de Benjamín, diciéndoles: Id, y escondeos en las viñas.
Y cuando viereis venir a las doncellas de Silo, según costumbre, a formar sus danzas en esta llanura, salid de repente de las viñas, y coged cada cual una para mujer, y marchaos a la tierra de Benjamín.
Y cuando vengan sus padres y hermanos, y comenzaren a querellarse contra vosotros y acusaros de esta violencia, nosotros les diremos: Tened lástima de ellos: pues no las han tomado como los vencedores toman las cautivas por derecho de guerra, sino como esposos que después de haberlas pretendido con ruegos no se las disteis; y así la culpa de la violencia es vuestra.
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Lo hicieron así los hijos de Benjamín como se les había mandado; y cogieron de las doncellas que danzaban cada cual una para esposa suya, y se fueron a su tierra, y reedificaron las ciudades y las poblaron.
Asimismo los hijos de Israel regresaron a sus moradas, tribu por tribu y familia por familia.
En aquellos días no había rey o magistrado supremo en Israel: sino que cada cual hacía lo que le parecía mejor.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Ilustración
Atlas