E allí a poco tiempo envió el rey un senador de Antioquía, para que compeliese a los judíos a abandonar las leyes de su Dios y de sus padres,
y para profanar el templo de Jerusalén , y consagrarlo a Júpiter Olímpico, como también el de Garizim en Samaria a Júpiter extranjero, u hospedador, por ser extranjeros los habitantes de aquel lugar.
Así que se vio caer entonces de un golpe sobre todo el pueblo un diluvio terrible de ma-les;
porque el templo estaba lleno de desórdenes y de orgías propias de los gentiles, y de hombres disolutos mezclados con rameras, y de mujeres que entraban con descaro en los lugares sagrados, llevando allí cosas que no era lícito llevar.
El mismo altar se veía lleno de cosas ilícitas y prohibidas por las leyes.
No se guardaban ya los sábados ni se celebraban las fiestas solemnes del país, y nadie se atrevía a confesar sencillamente que era judío.
El día del cumpleaños del rey los hacían ir a dura y viva fuerza a los sacrificios profanos; y cuando se celebraba la fiesta de Baco, los precisaban a ir por las calles coronados de hiedra en honor de dicho ídolo.
A sugestión de los de Tolemaida se publicó en las ciudades de los gentiles, vecinas a Judea, un edicto por el cual se les daba facultad para obligar en aquellos lugares a los judíos a que sacrificasen,
y para quitar la vida a todos aquellos que no quisiesen acomodarse a las costumbres de los gentiles. Así, pues, no se veían más que miserias.
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En prueba de ello, habiendo sido acusadas dos mujeres de haber circuncidado a sus hijos, las pasearon públicamente por la ciudad, con los hijos colgados a sus pechos, y después las precipitaron desde lo alto de la muralla.
Asimismo algunos otros que se juntaban en las cuevas vecinas para celebrar allí secretamente el día del sábado, habiendo sido denunciados a Filipo, fueron quemados vivos, porque tuvieron escrúpulo de defenderse por respeto a la religión y a la santidad de aquel día.
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(Ruego ahora a los que lean este libro, que no se escandalicen a vista de tan desgraciados sucesos; sino que consideren que estas cosas acaecieron, no para exterminar, sino para corregir a nuestra nación.
Porque señal es de gran misericordia hacia los pecadores no dejarlos vivir largo tiempo a su antojo, sino aplicarles prontamente el azote para que se enmienden.
En efecto, el Señor no se porta con nosotros como con las demás naciones, a las cuales sufre ahora con paciencia para castigarlas en el día del juicio, colmada que sea la medida de sus pecados:
No así con nosotros, sino que nos castiga sin esperar a que lleguen a su colmo nuestros pecados.
Y así nunca retira de nosotros su misericordia, y cuando aflige a su pueblo con adversidades, no le desampara.
Pero baste lo poco que hemos dicho, para que estén advertidos los lectores; y volvamos ya a tomar el hilo de la historia).
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Eleázaro, pues, uno de los primeros doctores de la ley, varón de edad provecta, y de venerable presencia, fue estrechado a comer carne de cerdo, y se le quería obligar a ello abriéndole por fuerza la boca.
Mas él, prefiriendo una muerte llena de gloria a una vida aborrecible, caminaba voluntariamente por su pie al suplicio.
Y considerando cómo debía portarse en este lance, sufriendo con paciencia, resolvió no hacer por amor a la vida ninguna cosa contra la ley.
Pero algunos de los que se hallaban presentes, movidos de una cruel compasión, y en atención a la antigua amistad que con él tenían, tomándolo aparte, le rogaban que les permitiese traer carnes de las que le era lícito comer, para poder así aparentar que había cumplido la orden del rey, de comer carnes sacrificadas a los ídolos,
a fin de que de esta manera se libertase de la muerte. De esta especie de humanidad usaban con él por un efecto de la antigua amistad que le profesaban.
Pero Eleázaro, dominado de otros sentimientos dignos de su edad y de sus venerables canas, como asimismo de su antigua nativa nobleza, y de la buena conducta que había observado desde niño, respondió súbitamente, conforme a los preceptos de la ley santa establecida por Dios, y dijo que más bien quería morir;
porque no es decoroso a nuestra edad, les añadió, usar de esta ficción, la cual sería causa que muchos jóvenes, creyendo que Eleázaro en la edad de noventa años se había pasado a la vida o religión de los gentiles,
cayesen en error a causa de esta ficción mía, por conservar yo un pequeño resto de esta vida corruptible; además de que echaría sobre mi ancianidad la infamia y execración.
Fuera de esto, aun cuando pudiese librarme al presente de los suplicios de los hombres, no podría yo, ni vivo ni muerto, escapar de las manos del Todopoderoso."
Por lo cual muriendo valerosamente, me mostraré digno de la ancianidad a que he llegado;"
y dejaré a los jóvenes un ejemplo de fortaleza si sufriere con ánimo pronto y constante una muerte honrosa en defensa de una ley la más santa y venerable. Luego que acabó de decir esto, fue conducido al suplicio."
Y aquellos que le llevaban, y que poco antes se le habían mostrado muy humanos, pasaron a un extremo de furor por las palabras que había dicho; las cuales creían efecto de arrogancia."
Estando ya para morir a fuerza de los golpes que descargaban sobre él, arrojó un suspiro, y dijo: Señor, tú que tienes la ciencia santa, tú sabes bien que habiendo yo podido librarme de la muerte, sufro en mi cuerpo atroces dolores; pero mi alma los padece de buena gana por tu santo temor."
De esta manera, pues, murió Eleázaro, dejando no solamente a los jóvenes, sino también a toda su nación en la memoria de su muerte un dechado de virtud y de fortaleza."
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Referencia
Ilustración
Atlas