así es, hermanos, que yo no he podido hablaros como a hombres espirituales, sino como a personas aún carnales. Y por eso, como a niños en Cristo ,
os he alimentado con leche, y no con manjares sólidos; porque no erais todavía capaces de ellos; y ni aún ahora lo sois, pues sois todavía carnales.
En efecto, habiendo entre vosotros celos y discordias, ¿no es claro que sois carnales y procedéis como hombres?
Porque diciendo uno: Yo soy de Pablo; y el otro: Yo de Apolo, ¿no estáis mostrando ser aún hombres carnales? Ahora bien, ¿qué es Apolo?, ¿o qué es Pablo?
Unos ministros, y no más, de aquél en quien habéis creído; y eso según el don que a cada uno ha concedido el Señor.
Yo planté entre vosotros la buena nueva, regó Apolo; pero Dios es quien ha dado el crecer y hacer fruto.
Y así ni el que planta es algo, ni el que riega; sino Dios, que es el que hace crecer y fructificar.
Tanto el que planta, como el que riega, viene a ser una misma cosa. Pero cada uno recibirá su propio salario a medida de su trabajo.
Porque nosotros somos unos coadjutores de Dios; vosotros sois el campo que Dios cultiva, sois el edificio que Dios construye por nuestras manos.
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Yo, según la gracia que Dios me ha dado, eché en vosotros, cual perito arquitecto, el cimiento del espiritual edificio; otro edifica sobre él. Pero mire bien cada uno cómo alza la construcción o qué doctrina enseña,
pues nadie puede poner otro fundamento que el que ya ha sido puesto, el cual es Jesucristo.
Que si sobre tal fundamento pone alguno por materiales oro, plata, piedras preciosas, o maderas, heno, hojarasca,
sepa que la obra de cada uno ha de manifestarse. Por cuanto el día del Señor la descubrirá, como quiera que se ha de manifestar por medio del fuego; y el fuego mostrará cuál es la obra de cada uno.
Si la obra de uno sobrepuesta subsistiere sin quemarse, recibirá la paga.
Si la obra de otro se quemare, será suyo el daño; no obstante, él no dejará de salvarse, si bien como quien pasa por el fuego.
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¿No sabéis vosotros que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?
Pues si alguno profanare el templo de Dios, ha de perderle Dios a él. Porque el templo de Dios, que sois vosotros, santo es.
Nadie se engañe a sí mismo, si alguno de vosotros se tiene por sabio según el mundo, hágase necio a los ojos de los mundanos, a fin de ser sabio a los de Dios.
Porque la sabiduría de este mundo es necedad delante de Dios. Pues está escrito: Yo prenderé a los astutos en su propia astucia.
Y en otra parte: El Señor penetra las ideas de los astutos, y conoce la vanidad de ellas.
Por tanto nadie se gloríe en los hombres.
Porque todas las cosas son vuestras, bien sea Pablo, bien Apolo, bien Cefas; el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro, todo es vuestro, o hecho para vuestro bien;
vosotros sois de Cristo ; y Cristo es de Dios su Padre.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Ilustración
Atlas